La polémica por los precios de la carne se desató en la mañana de hoy, luego de que se hiciera público el boletín oficial del municipio de Victoria, en donde figura la licitación privada N° 009/2020, fechada el 31 de marzo de 2020, para la adquisición de carne y pollo para abastecer a los comedores municipales, CIC y Refugio del Quinto Cuartel, por un período estimado de cinco semanas.

Mediante el Decreto N°380, la Municipalidad de Victoria adjudicó una licitación para la compra de 280kg de bifes de nalga -de primera calidad-, a un autoservicio de nuestra localidad, por un importe que asciende a 136.640 pesos. De la división del importe total por la cantidad de kilos se desprende un valor por kilogramo de 488 pesos.

En la misma licitación se adquirieron 40 cajones de pollos con un aproximado de 800 kilos, cuyo importe se estableció en 107.800 pesos. Aquí la división arroja un valor de $134,75.
También se compraron 500 kilos de carne picada. Por esto último se abonaron 197.500 pesos. Como resultado de la división correspondiente, se deduce que el precio por kilogramo de dicho producto fue de 395 pesos. Tanto el pollo como la carne picada fueron adquiridas en una carnicería, también de la ciudad de las Siete Colinas.

La polémica

El problema surgió cuando en redes se comenzaron a realizar comparaciones con los precios de otras carnicerías locales que expenden cortes de primera calidad, donde los precios están muy por debajo de lo licitado. Por ejemplo, el kilo de bife de nalga, varía entre los 400 y los 425 pesos, e incluso llega a conseguirse por menos de 400 en lugares más alejados de la zona céntrica. Cifras inferiores al precio pagado por la municipalidad.

La situación se repite con la carne picada (de primera calidad), cuyo valor ronda los 300 a 340 pesos; siempre un 20% menos que lo abonado por el municipio.
En el caso del pollo, la situación es distinta ya que las comparativas no arrojan casi diferencias entre lo pagado por la municipalidad de Victoria y el valor real en diferentes carnicerías.

El dato

Cuando se llama a una licitación, puede darse que en medio de procesos inflacionarios -en donde la adjudicación lleva un tiempo- los precios cambien. O simplemente que los oferentes no se presenten, dejando desierta la licitación.
No obstante, la regla general indica que cuando se realizan compras en cantidad, lo habitual es obtener una baja sustancial en el precio final, dado que la ganancia de los vendedores se materializa en el volumen de venta.