Curiosidades
Un hecho inexplicable, en un pueblo entrerriano: Una extraña luz lo levantó un metro, hubo un chistido y apareció a 15 cuadras
El diario La Nación, con la firma del periodista Leandro Vesco, reflota las historias "paranormales" que tienen por escenario a un pueblo entrerriano a orillas del Paraná: Hernandarias.

"Una extraña luz acompaña a los pescadores y habitantes de la zona costera. La luz del Correntoso, la llaman. Para algunos da buena suerte, pero para otros es referencia de desgracia y muerte", explica.
Cuenta que la vida de una familia cambió para siempre en invierno de 2017, cuando un joven de trece años quiso entrar a una pieza del fondo de su casa y una potente luz lo levantó un metro del suelo y tras sentir «un chistido», apareció en instantes a quince cuadras, totalmente desorientado, en una garita de colectivo. «Creemos que en Hernandarias hay un portal», asegura Gustavo Fernández, miembro del IPEC (Instituto Planificador de Encuentros Cercanos).
«Esa bola luminosa se me vino encima y no recuerdo más nada», afirma el protagonista del caso, el «Testigo R», sobre el episodio que les marcó la vida a él y su familia. «No quieren prensa y podemos investigar el hecho con esta condición», señala Fernández.
La luz sigue un recorrido y es vista desde hace más de sesenta años. Trabajadores rurales, pescadores e isleños le otorgan entidad. «A mi papá se le apareció en la canoa, una luz que irradiaba mucho calor, nunca más volvió a esa parte del río», asegura una hombre de 52 años, que elige no decir su nombre. «No tenes que seguirla, ella te quiere llevar», completa.
En Hernandarias, las historias de apariciones, llantos nocturnos y la presencia de una figura tenebrosa conocida como «el caníbal del Paraná», aterrorizan a los vecinos. Nadie quiere hablar, aunque todos han visto y sentido alguna de estas presencias inexplicables.
«La luz del Correntoso» (un brazo del río Paraná) habría sido la que «teletransportó» al Testigo R, hecho validado por el propio jefe de Policía local, Diego Wasinger. Asegura que analizando cámaras de la calle se comprobó que no hubo ningún desplazamiento del chico (ni de autos) en todos los caminos que pudo tomar hasta llegar al punto donde volvió a aparecer.
«El niño no ve una nave, para nosotros no es un fenómeno OVNI, sino que se emparenta más a uno de tipo parapsicológico. La luz lo eligió a él y no a su hermano», afirma Fernández. Durante dos años investigaron el hecho. «La prudencia, la discreción y distancia ayudan a asimilar esta tele transportación al Testigo R».
La línea de tiempo del suceso fue así: la bola de luz hizo desaparecer el cuerpo del Testigo R, hasta dejarlo a 1500 metros. Su hermano inmediatamente corrió para avisarle a la familia, que estaba de sobremesa. Salieron a buscarlo y dieron aviso a la policía. El pueblo es pequeño. El rumor corrió rápidamente. Un llamado sorprendió y alertó a la madre del chico extraviado: era el propio joven.
Luego de ser "abducido" y llevado al otro lado del pueblo, se dio cuenta de que tenía su celular. Describió donde estaba, la madre se lo transmitió a la policía y ellos dedujeron el lugar. A los minutos, madre e hijo se reencontraron. Se inició una investigación policial sin ningún resultado hasta el día de hoy. El hecho, es inexplicable. «La fiscalía no tiene ningún interés en compartirla», asegura Fernández.
¿Qué sucede en Hernandarias?
«La luz del Correntoso se ve y se siente en este tramo de la costa», confirma el especialista. Es zona de islas, en la mitad del lecho del río Paraná se halla el límite con Santa Fe, y frente a Hernandarias está la vieja localidad de Cayastá, uno de los primeros asentamientos de los españoles en nuestro mapa. Es un lugar con mucha historia. «Hemos hecho radiestesia y nos ha marcado presencia de energía», asegura Emanuel Giudice, también miembro de IPEC, y vecino de Hernandarias. «Hay muchas historias en el pueblo, incluso he sido testigo de la aparición de un duende», asegura.
Los testimonios son muchos. En cada casa existe uno. «Estábamos moviendo jaulas (de pollos) y de repente el cielo se volvió blanco. Fue un flash. Se iluminó todo, y luego desapareció», afirma un trabajador rural de 40 años. «No digo mi nombre porque después te tratan de loco», justifica su anonimato.
«Hay gente que no va a pescar a determinados lugares del río por las cosas que se les aparecen. Acá hubo muchas matanzas, mucha gente se ha ahogado y todo eso queda como energías», asegura. «Mi padre la veía en la isla cuando buscaba leña, la luz se movía entre los árboles, como llamándote», confiesa la hija de un pescador.
«Pudimos verla y fotografiarla», aclara Fernández. Un año después del episodio del Testigo R, hicieron un importante trabajo de campo. Navegaron en lancha el recorrido que se le adjudica a la luz. A mitad de la noche, la vieron. Cambiaba de color. «Nos resulta evidente que no hay explicación convencional», afirma. En el sitio en el que apareció no hay viviendas, ni antenas de telecomunicaciones. «Por cómo se movía es imposible que se tratara de un cuerpo celeste», asegura.

El pueblo entrerriano está acostumbrado a lo sobrenatural. Cerca de aquí, en Piedras Blancas, en determinada época del año, aparece sobre el lecho del río, la «Piedra Mora», una extraña e inmensa roca. Llama la atención porque no tiene relación con su entorno. Se ha llegado a suponer que se trata de un gigantesco meteorito. Ocurre algo raro aquí, en horas de la siesta, dicen los isleños que ven aparecer niños, que bailan sobre la roca, y luego desaparecen.
«La Espesura», es otro lugar extraño, un monte cerrado de muy difícil acceso que dicen esconde un cementerio indígena y cuevas, con presencias. La «Isla Pezuña» es temida, y no es para menos, el folklore asegura que quien entra en ella, ya nunca más sale con vida.
«Algunas veces al año baja una luz blanca del cielo y se ve como si fuera de día», comenta en la soledad de su tractor aquel trabajador rural. «A la noche, oímos alaridos en el monte, como si una anciana llorase, despierta a todo el pueblo», remata.
«Tanta gente dice ver la Luz del Correntoso que no puede dejar de llamar nuestra atención», asegura Giudice. A veces tiene un comportamiento errático, otras veces frenético. «Muestra especial predilección por esta costa», reafirma. Si hablamos de fenómenos sobrenaturales en el país, debemos remitirnos siempre al Cerro Uritorco (Córdoba) o a Victoria (Entre Ríos).
«Los medios deberán agregar un nuevo alfiler a sus mapas del misterio: Hernandarias», concluye Fernández.
Fuente: La Nación – Leandro Vesco

Curiosidades
Un entrerriano cosechó un gigantesco zapallo de 127 kilos
La familia Hauser Grigolatto, de Los Charrúas, Concordia, volvió a sorprender con su cosecha de zapallos gigantes. Este año, uno alcanzó un peso de 127 kilos. «Lo hago por hobby, pero siempre trato de superar mis propios récords», contó.

La familia Hauser Grigolatto, de Los Charrúas, Concordia, sigue cosechando zapallos gigantes, y este 2025 volvió a sorprender con una impresionante producción.
El joven Cristian Hauser, de 24 años, cosechó un zapallo que pesó nada menos que 127 kilos. Este nuevo récord es sólo uno de los varios que ha alcanzado la familia en los últimos años.
El zapallo cosechado en su campo "Paraíso de los Naranjales", ubicado a 2 kilómetros al este de Los Charrúas, es de una variedad especial originaria de Canadá. Según explicó Cristian, esta semilla fue traída de Buenos Aires, y la variedad está pensada para competencias debido al tamaño que puede alcanzar. «Lo hago más que nada por hobby, pero siempre trato de superarme», comentó el joven.
En 2024, la familia había recolectado zapallos de 33,8 y 59 kilos. Este año, la cosecha alcanzó su máximo con el ejemplar de 127 kilos
«Este año coseché tres zapallos: uno de 54 kilos, otro de 57 y el más grande de 127 kilos», detalló Hauser. Además, mencionó que también tiene zapallos de una variedad alargada, llamada calabaza serpiente, que llegaron a medir 1,28 metros de largo.
El joven agricultor destacó que el clima y la calidad del suelo son esenciales para el buen desarrollo de estos gigantes. «Este año, la tierra mestiza rica en nutrientes y las lluvias constantes ayudaron mucho, aunque cuando dejó de llover, tuve que poner riego, ya que un zapallo tan grande necesita mucha agua», explicó.
Sobre los cuidados, Hauser explicó que la cosecha de un zapallo gigante es mucho más lenta que la de uno común. «Desde que siembro hasta que cosecho, pasa más tiempo, entre cuatro y cinco meses, mientras que un zapallo común tarda solo tres meses», contó.
El zapallo gigante, además de su imponente tamaño, tiene características particulares. «De sabor es insulso, no tiene dulzor, es como desabrido. Pero el año pasado lo probamos hervido y en mermelada. En mermelada quedó muy rica», señaló.
Cristian, quien lleva toda su vida dedicado a esta actividad que es de familia, también destacó que el zapallo está siendo exhibido en la municipalidad de Los Charrúas. «Lo dejaremos allí una semana y luego lo traeré de vuelta», dijo.
Fuente: El Once
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