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Ciberdelitos

Un banco no podrá cobrarle al cliente las cuotas del préstamo que estafadores sacaron a su nombre

La Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial aprobó una medida cautelar para frenar la operación hasta que se resuelva la cuestión de fondo. Ponderaron que la víctima no se enfrente a consecuencias financieras. El crédito preaprobado fue por 1.700.000 pesos

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La Sala C de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial resolvió, de manera parcial, un recurso de apelación presentado por un cliente de un banco, ordenando que la entidad no cobre las cuotas de un crédito personal contratado fraudulentamente tras una maniobra de phishing que permitió la sustracción de datos bancarios del afectado.

La decisión fue firmada por los jueces Matilde Ballerini, Eduardo Machin y Alejandra Tevez, quienes avalaron el dictamen emitido por la fiscal general Gabriela Boquin, titular de la Fiscalía General ante dicho tribunal y del Programa para la Protección de Usuarios y Consumidores del Ministerio Público Fiscal de la Nación (MPF).

La estafa ocurrió el 29 de diciembre de 2023, cuando la víctima recibió una llamada telefónica de un delincuente que, haciéndose pasar por empleado del banco, advirtió sobre un supuesto intento de compra fraudulenta con su tarjeta de crédito.

Siguiendo las indicaciones del estafador, el cliente accedió a su home banking. Luego descargó una aplicación que permitió al ciberdelincuente tomar el control de su cuenta.

Como resultado, el estafador sustrajo dinero y contrató un crédito preaprobado por más de 1,7 millones de pesos a nombre de la víctima. Tras denunciar los hechos ante el banco y las autoridades penales, la entidad comenzó a exigir el pago de las cuotas del crédito, lo que llevó al afectado a solicitar una medida cautelar para detener los cobros.

El Juzgado Nacional en lo Comercial N°31 rechazó inicialmente la medida el 29 de septiembre último, argumentando que no correspondía ordenar al banco suspender el cobro y que el demandante debía plantear sus defensas en un eventual litigio judicial.

El estafado apeló, y explicó que la jueza de primera instancia "le estaba otorgando preeminencia a los derechos de la demandada por sobre los suyos, lo cual terminaba por consolidar los incumplimientos de las obligaciones de aquella entidad".

El caso llegó a las manos de la fiscal general Gabriela Boquin, que en su dictamen ante la Cámara apoyó la solicitud de la víctima. Observó que la falta de una medida cautelar colocaría al afectado en una situación de sobreendeudamiento que comprometería su capacidad económica, su calidad de vida y su reputación crediticia.

"Caso contrario, quedaría indefectiblemente informado como deudor moroso en las bases de datos públicas y privadas, lo cual afectaría su reputación crediticia y la apartaría del sistema financiero", entendió la representante del MPF.

Boquin subrayó que el caso reflejaba la necesidad de considerar los riesgos asociados a las contrataciones electrónicas, los cuales deben ser asumidos por el banco como responsable de garantizar la seguridad de las transacciones. Argumentó que, en contextos de vulnerabilidad, debe priorizarse la protección de los consumidores como parte más débil de la relación contractual.

La resolución de la Cámara

Los jueces de la Sala C hicieron lugar de manera parcial al recurso presentado por la víctima, coincidiendo con el análisis de la fiscalía. En su fallo, destacaron que no se puede obligar al consumidor a afrontar las consecuencias de un acto fraudulento, señalando que los riesgos inherentes a los sistemas digitales deben ser asumidos por las entidades financieras.

"El banco, como creador y administrador del sistema, tiene la responsabilidad de garantizar la seguridad de las transacciones, evitando que las consecuencias recaigan sobre la parte más débil de la relación contractual", señalaron los magistrados en su resolución.

Además, justificaron la medida cautelar como un mecanismo de prevención, destinado a proteger al cliente hasta que se resuelva el caso de fondo, evitando que las consecuencias del fraude impacten económicamente en la víctima de manera irreversible.

Fuente: Infobae

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Ciberdelitos

El testimonio de 3 mujeres cuyos rostros fueron usados para editar y difundir material pornográfico

En San Jerónimo Sud, a 35 kilómetros de Rosario, 25 mujeres vivieron la desagradable sorpresa de encontrar sus rostros en material pornográfico en septiembre del año pasado. Las imágenes y videos había sido editados y sus caras, nombres y apellidos aparecían en este tipo de contenido. Después de casi un año de calvario, las pericias realizadas dieron con el responsable. Ahora, algunas de ellas alzan su voz para combatir tanto tiempo de silencio y contar el horror que tuvieron que atravesar.

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San Jerónimo Sud, con menos de tres mil habitantes, experimentó una fuerte conmoción cuando comenzaron a difundirse imágenes y videos pornográficos de vecinas, hermanas, primas, abuelas, novias. El material estaba editado: los rostros de las mujeres se habían sacado de sus redes sociales y pegado sobre contenido ya existente.

Tres de las 25, que llamaremos Ana, Mercedes y Lara para proteger su identidad, se animaron a hablar de lo ocurrido con Mila Kobryn, del diario La Capital de Rosario. Ponen mucho énfasis en algo que no puede pasar desapercibido: en un pueblo tan chico, en una comunidad tan compacta, este tipo de situaciones hace que se tambaleen hasta los cimientos. Todos se conocen, todos interactúan entre ellos. Son familiares, amigos, novios, vecinos o quizás simplemente conocidos, pero no hay nadie que ignore la presencia del otro.

Las mujeres perjudicadas cuentan su historia

"En un pueblo chico se comparte absolutamente todo. Nos encontramos con esto. Había videos y fotos con nuestros nombres y apellidos y nuestras caras. Fue muy difícil. Hay chicas que la pasaron muy mal, que hasta hoy tienen ataques de pánico. Muchas se sintieron perseguidas, otras tuvieron problemas en el trabajo o problemas con sus familias", relata Ana.

Las fotos comenzaron a circular por la red social Telegram y muchas de ellas no tenían la aplicación. «Nos tuvimos que amigar con la tecnología y descargar la aplicación para poder ver qué estaba pasando. Y estábamos ahí, eran nuestras caras», cuenta la mujer.

Ana es madre y abuela. No sólo su propia imagen fue adulterada sino también la de su hija. Otras mujeres cercanas ellas también vivieron este horror. «Tenemos una relación cercana entre todas, en muchos casos hemos atravesado una vida juntas», señala.

«Tengo un hijo de 22 años. Cuando vi los videos tuve que hablar con él. Explicarle que no era yo, que eso era un montaje. Con mi pareja pasó lo mismo. Me trajo muchas complicaciones. El otro no sabe qué pudiste haber hecho en tu pasado. Me preguntó si el video era real. Le surgió la duda, obviamente», recuerda Mercedes. En su relato se transmite el horror, la angustia y la bronca. «Yo estaba de vacaciones y me llamó una amiga. Esto nos sacó la paz de nuestras vidas. A todas nos pegó de una u otra forma. No sabíamos para dónde ir, por dónde empezar», rememora.

«Fue durísimo. Llamé al Ministerio de la Mujer, hablé con psicólogas. No fue fácil. Resultó un alivio que las pericias sean positivas y se sepa quién fue el responsable. Hubo mucha gente que nos creyó y nos acompañó, pero hubo otras que hicieron comentarios inapropiados. Fue un momento horrible», sostiene Mercedes. De hecho, en lo relatado por las tres mujeres se puso énfasis en el morbo: quienes no tenían Telegram, lo descargaron para ver. El contenido circuló por todo el pueblo y el nivel de exposición que vivieron fue muy difícil de atravesar.

Los videos afectaron a 25 mujeres y sus respectivos entornos. Sin embargo, al darse cuenta de que eran muchas las que estaban sufriendo esta situación decidieron armar un grupo de WhatsApp para contenerse y definir qué hacer.

«Encontrarnos no fue difícil: somos amigas, vecinas, hijas, primas, en seguida armamos el grupo», cuenta Lara. «Fueron muchos problemas. Yo pertenezco a una institución reconocida y tuve que llamar a mi jefe para advertirle, para explicarle que si veía algún video no era yo. Fue una situación terrible. Acá nos conocemos todos con todos, es horrible tener que ir aclarando que no soy yo, que no hice eso. Por suerte el grupo nos permitió tenernos las unas a las otras. Las que estaban más en pie apoyaban a quienes más padecían esta situación. Nos brindamos mucho apoyo».

Un vecino, responsable del horror

«Él sigue con su vida normal, con su negocio abierto. Muchos siguen yendo. Vemos con mucha indignación las mujeres que entran allí y son indiferentes a lo que vivimos», cuentan las tres mujeres.

Quienes sufrieron este hecho no denunciaron a una persona particular sino a una cuenta y número de teléfono. Éste pertenecía a la pareja de quien, se sabe ahora, fue el responsable. «Ella denunció, un par de días antes que salgan los videos, que le habían hackeado el teléfono. Lo cierto es que las fotos y videos fueron subidos desde su celular. Sin embargo, las pericias positivas estaban en el teléfono de él».

El culpable de la creación de este material es un vecino de San Jerónimo Sud. Con las investigaciones se enteraron que tenía una causa abierta por pornografía infantil. «Esta persona es reincidente, ya tenía una causa abierta. Nosotras podemos alzar la voz y defendernos, pero él sigue su vida. Nos da miedo hasta dónde puede llegar», sostienen.

Las mujeres afectadas fueron de todas las edades, desde veinteañeras hasta mujeres en sus cincuenta años. Sin embargo, aclararon que algunas de las imágenes que se utilizaron eras viejas, de cuando algunas de ellas eran menores de edad.

Sin embargo, a pesar de todo esto, como no hubo ninguna situación más allá de la alteración de las imágenes, no es un delito de acción pública. En este sentido, el fiscal a cargo de la investigación, Aquiles Balbis, explicó: «No hay un delito de acción pública. Son injurias a su honor y a su moral. Tendrán que proceder a partir del delito de acción privada. Nosotros nos comprometimos a realizar una investigación para brindarles todas las herramientas para realizar una querellas privada por injuria, si así lo desean».

«No había muchas herramientas para empezar a investigar. Lo que sí había era un consenso de que las imágenes eran un montaje y se enviaban desde un grupo de Telegram que se llamaba 'Chicas de la zona'. Allí había un contacto asociado a una línea de teléfono perteneciente a una mujer que vivía con su pareja. Al hombre, en 2015, lo habían investigado porque Missing Children advirtió que desde su dirección de IP circulaba pornografía infantil. Pensé que no podía ser casualidad. Hoy, a raíz del trabajo de investigación y el allanamiento que llevamos adelante, no hay dudas de que la persona a la que llegamos es la responsable», determinó el fiscal.

Las mujeres sentenciaron: «Nos tenemos que juntar y resolver cómo vamos a seguir. Si nos quedamos con la condena social o si seguimos por otro camino. Nos interesa que se haga público porque esta persona no puede seguir haciendo su vida normal».

Fuente: La Capital – Mila Kobryn

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