En vísperas de la inauguración del VIII Congreso de la Lengua (CILE), el presidente de la Academia Argentina de Letras, José Luis Moure, se entusiasma con dos récords: los 5.700 inscriptos para presenciar las sesiones plenarias y el 40 por ciento de disertaciones que estarán en manos de mujeres, un hito que según el académico no entra en conflicto con la ausencia de debates ligados a cuestiones de género.
Moure traza un panorama auspicioso para el español aunque identifica algunos fenómenos de repercusión todavía incierta como la malversación ortográfica que imponen los teléfonos celulares y el proceso de hibridación que supone la incorporación de vocablos de procedencia sajona, como "selfie", "tweet" o "youtuber".
¿El Congreso se puede definir como el punto de encuentro entre quienes regulan el uso de la lengua y los hablantes que son quienes la ponen en circulación?
Muchas veces el Congreso de la Lengua está visto como el lugar donde las instituciones bajan línea lingüísticamente, pero eso en realidad está muy lejos de las intenciones de cada una de las academias de la lengua que participan de este evento. En esta instancia, por el contrario, se trata de ver cuáles son las dificultades y los problemas que está presentando el castellano en los diversos países y analizar cómo transcurren las cuestiones de índole social o educativa. La lengua, siendo de todos, mal puede tener un organismo que indique qué es lo correcto y lo que no. Eso no está en la perspectiva de las academias.
En esta edición se da como fenómeno notable la participación de casi un 40 por ciento de oradoras. Sin embargo, en la agenda temática las cuestiones de género no están a la vista, como el tema del lenguaje inclusivo ¿Por qué no hubo una apertura a los debates que están teniendo lugar en la sociedad?
Tengo la impresión de que se trata de un tratamiento más bien inducido. He enseñado Historia de la Lengua Española durante décadas y no he notado nunca un reclamo generalizado en ese sentido. Hay una demanda social y hay que atenderla, pero nosotros como Academia de la Lengua sostenemos que trasladar un fenómeno como la cuestión de género a la lengua es innecesario, lo cual no quiere decir que el problema sea irrelevante. No debe plantearse esta cuestión desde una lengua que es de todos.
"somos más de 500 millones de hablantes y ningún grupo está autorizado para introducir cambios que necesitan un tiempo para establecerse".
Si este fenómeno perdura en el tiempo, se va a imponer y será aceptado por las instituciones pero hoy todavía estamos lejos. Estos procesos suelen venir de abajo hacia arriba como reclamos colectivos y lentos, nunca explosivos. No me parece que los 500 millones de hablantes tenga que aceptar algo que está propuesto solamente por un sector ilustrado de la clase media.
Fuente: Télam