Este relato debería ser corto, claro y conciso: alguien incumple una ley, otro lo denuncia y las autoridades actúan. Pero no. Esta historia es insoportablemente enredada y el título hace honor a nuestros funcionarios y empleados públicos.
Los hechos que voy a intentar resumir fueron tan ridículos que casi que no se creen. Por momentos va a parecer que estoy exagerando, pero créame querido lector/a que lo sucedido nos brindó material como para escribir un guión tan absurdo que el mismísimo Woody Allen se sentiría plagiado (como cuando la realidad supera la ficción).
La tarde transcurría con normalidad, estaba regresando a casa con mi novio cuando vi algo que me movilizó todos y cada uno de mis nervios. En una esquina, un exhausto caballo, físicamente muy pequeño, estaba siendo usado para tirar de un pesado y viejo carro cargado de todo tipo de objetos sumado a los aproximados 270 Kg de las tres personas que iban arriba.
Fiel a nuestra vocación animalista, o mejor dicho, de cualquier ciudadano responsable, nos detuvimos y llamamos al 911 para notificar que la Ley Penal 14.346 de Protección Maltrato Animal y, de paso, la Ordenanza 8726/10 de Prohibición de Tracción A Sangre (TAS) estaban siendo incumplidas. Y hasta ese momento todo parecía normal… pero… los chicos del 911 se tomaron unos cuantos minutos para entender qué era lo que estábamos denunciando. Tanto tiempo pasó que el carro -tirado dolorosamente por ese animal- se puso en marcha nuevamente (a los gritos y latigazos, obvio). Mientras pensábamos qué hacer, seguimos a los infractores en una carrera tan lenta que aburría hasta a las babosas...porque créame que ese pobre caballo no daba más.
Una cuadra para acá, otra para allá, y un auto que frena de repente sorprendido por este medio de locomoción de varios siglos atrás. Otra cuadra por acá y una moto se salva de milagro al esquivar al pobre equino que no trae luces ni ABS de fábrica...y dejando de lado la ironía, el carro tampoco tenía el más mínimo elemento de seguridad de carácter obligatorio por la citada ordenanza.
Cada cambio de dirección de este tétrico transporte era informado al 911 para dar detalle minuto a minuto intentando ilusionados (si, a veces somos tan ingenuxs) que el prometido móvil de la policía nos encuentre más fácilmente. Pero no. Aunque podría serlo, no todo es tan fácil, ni tan normal en esta ciudad.
Resulta que según nos informaron los empleados del 911, de nada valía que les demos el minuto a minuto del avance, porque para que el móvil nos encuentre debíamos estar detenidos. ¿Qué? ¿Cómo? ¡Sí! ¡te estoy brindando las coordenadas exactas! Simplemente absurdo.
Por un momento pensamos que la suerte estaba de nuestro lado: el carro por fin se detenía en una esquina para cargar más cosas de un comercio que le donaba o vendía cosas (algo también prohibido por la ordenanza). Pensamos que era la oportunidad perfecta para que el móvil (en camino) finalmente nos encuentre estáticos como les gusta, pero recibimos una respuesta aun más ridícula e increíble que la anterior (si, esa gente se supera minuto a minuto). Mi oído casi estalla al escuchar cómo el operador nos retaba como niños diciendo que no podíamos pretender que asistan de inmediato, porque después de todo, tenían cosas más importantes que atender. Chau 911. Gracias por nada.
Inmediatamente y lleno de esperanzas nos pusimos en contacto con Control Urbano para realizar el correspondiente reclamo y solicitar ayuda, pero mientras el carro reanudaba su condenada marcha, el teléfono sonaba, sonaba, sonaba... y nada. Fin prematuro de las esperanzas.
El pequeño equino avanzaba pesadamente esclavizado por la ignorancia de unos pocos, la indiferencia de muchos y la ausencia imperdonable del Estado. Se podía evidenciar a simple vista el esfuerzo, el cansancio y el dolor del castigado animal. Arriba del carro, sus tripulantes manejaban su voluntad al son del látigo como si la situación fuera normal...bueno, para algunos aún lo es. La impotencia de a poco nos iba ganando y lo más fácil, créame, era abandonar la situación y volver a la comodidad del hogar. Pero dejar de luchar alimenta la injusticia, el maltrato y la explotación de otros seres. Algo que debería ser inconcebible para cualquiera.
Siendo ya casi las nueve de la noche, el avance del carro no cesaba y los latigazos tampoco. Llamamos a la GUM (tienen competencia en el tema) y obviamente no fue fácil comunicarse, pero al tercer o cuarto llamado atendieron. Lamentablemente su falta de predisposición para trabajar fue tan irritante como todo lo anterior. A regañadientes y con aires de hacernos un favor, la GUM nos "tomó el reclamo", pero claro, sólo eso.
Tampoco sabemos a ciencia cierta si ese reclamo fue elevado o quedo "en el aire", como pasa siempre con casos de TAS. El caos parecía invadirnos cuando a lo lejos vimos unas resplandecientes y esperanzadoras luces azules titilar. De casualidad (y no porque hayan acudido al llamado) un móvil de la policía se encontraba detenido en una esquina. Rompiendo la lenta monotonía de la persecución, nos adelantamos al carro y alertamos al móvil de su presencia. ¡Éxito total! pensará usted, pero no. No se apresure por favor. No se pierda la parte más ridícula de la historia.
nos un favor, la GUM nos "tomó el reclamo", pero claro, sólo eso.Tampoco sabemos a ciencia cierta si ese reclamo fue elevado o quedo "en el aire", como pasa siempre con casos de TAS. El caos parecía invadirnos cuando a lo lejos vimos unas resplandecientes y esperanzadoras luces azules titilar. De casualidad (y no porque hayan acudido al llamado) un móvil de la policía se encontraba detenido en una esquina. Rompiendo la lenta monotonía de la persecución, nos adelantamos al carro y alertamos al móvil de su presencia. ¡Éxito total! pensará usted, pero no. No se apresure por favor. No se pierda la parte más ridícula de la historia.
A modo de presentación el oficial puso su peor cara y nos preguntó por qué debería detener el carro si no estaba haciendo nada malo (vamos señor oficial, no debería usted saber las leyes que dice hacer cumplir. Ese es su trabajo, por favor). En lo que puede describirse como un curso acelerado, instruí a un obstinado oficial de la policía que se resistía a actuar. Le conté de la ley, de la ordenanza y le di instrucciones de lo que tenía que hacer porque, básicamente, no tenía ni idea!. Totalmente ofuscado con nosotros, el oficial detuvo la marcha de los carreros. Y ahí, en ese momento, la parte más dura de esta noble misión realmente había comenzado.
El oficial "revisó" la carga haciendo hincapié en lo qué cargaba y no en cuánto ni cómo; les hizo un par de preguntas intrascendentes y volvió para decirnos que según su punto de vista (y no el de las leyes) estaba todo bien y que él no estaba para servirnos". Como si fuera poco, el poli agregó frases como éstas:
"Nena, ¿vos qué haces? ¿Te dedicas a esto?", "¿Por qué no dejas a la gente en paz?","Dale, dejate de joder, pícatelas", "Yo al caballo lo veo bien…", "¿Sos abogada?", "No me importa lo que diga la ley", "¿No me estarán filmando, no?", "¿Lo van a subir a las redes?", "Si en media hora no viene Control Urbano me voy y arréglensela", "Yo no estoy a disposición de ustedes", "nena, tengo cosas más importantes que hacer", "yo también me quiero ir a mi casa".
Dada nuestra insistencia totalmente fundamentada, nos dio - como ultimátum y como si nos estuviera haciendo un favor- media hora para que nosotros llamemos a un veterinario y control urbano porque él, por más leyes que existan, no iba a retirarles el caballo (es que eso les implica un par de horas de trabajo).
Bajo la furiosa mirada de los carreros y de varios de los suyos que poco a poco se empezaban a juntar en la esquina, contactamos a policías de verdad, a veterinarios y a abogados animalistas; porque nuestro trabajo es serio y nada tiene de improvisado.
Con el correr de las horas la noche se tornaba peligrosa, pero sólo para nosotros. No para los policías, no para los carreros, no para aquellos que comenzaron a acercarse ondeando la bandera de la violencia y no para aquellos vecinos que insultándonos desde su comodidad sólo legitiman el uso y maltrato animal y la indignidad humana y social. Creamé querido lector, que si había un momento para tirar la toalla era definitivamente en ese preciso instante.
Pero hay algo que sucede en aquellas personas que sentimos empatía por lxs otrxs: jamás hubiera podido abandonar a ese animal a su suerte luego de ver aquellos ojos cansados pidiendo clemencia y ayuda. Por nada en el mundo iba a dejar que un caballo más tenga que volver a la esclavitud, a su vida de torturas y castigos; y mucho menos iba a dejar que esos humanos vuelvan a sus hogares pensando que aquello que hicieron toda su vida es normal y está bien, que su estilo de vida es imposible de cambiar, que no tienen otra chance y que no tienen poder de elección como sus gobiernos y la sociedad le hicimos creer.
Sobre el final de la media hora prevista, unos de nuestros amigos proteccionistas nos brindó el número personal del empleado a cargo de Control Urbano.
Luego de varios llamados pudimos comunicarnos. En un principio, este señor se negó a ir alegando mil y una excusas, pero ante la explicación legal de parte de nuestros abogados animalistas sumado un aviso de la inmediata exposición en las redes de lo que estaba sucediendo, tomó cartas en el asunto y prometió acudir.
Una lenta y tortuosa hora después, el personal de Control Urbano arribó al lugar y antes que nada se saludaron afectuosamente con los carreros denunciados. No exagero, fue así tal cual lo lee. En horas en las que cuando se los necesita no atienden los teléfonos, horas en las que se les paga por trabajar, horas en las que deberían cumplir con las responsabilidades asumidas.
A pesar de su evidente inoperancia, la tenacidad de nuestra red de activistas finalmente se logró ordenar el retiro del animal en cumplimiento a la vigente Ordenanza 8726/10.
A modo de represalia, mientras se firmaba el correspondiente papelerío debimos soportar toda clase de provocaciones, chicanas y trampas en las declaraciones tomadas por parte de un personal que lucía claramente enojado por tener que trabajar.
Esa madrugada me fui a dormir tranquila, pero tristemente sorprendida por la DESIDIA del Gobierno (el próximo, ¿Será igual?). Sabemos que liberar al maltratado animal de su vida de castigos es un primer gran paso, pero nadie puede garantizarnos que eso su libertad sea real y/o permanente. La burocracia administrativa y judicial, que siempre suele resultar retorcida, ridícula y hasta incluso injusta, y en estos casos además puede resultar mortal.
Pero hicimos lo que teníamos que hacer, y lo que todos deberían hacer. Y lo vamos volver a hacer.
Pasado el tiempo, nuestros abogados continuaron preguntando periódicamente por la situación de este caballo al que decidimos bautizar como "Saavedra". Siempre obtenían la misma respuesta de parte de los empleados y funcionarios de Control Urbano: "Ese caballito está muy bien, el tema está en manos del Juzgado de Faltas, pero él está muy bien". En pos de agilizar las cosas y de colaborar conseguimos un lugar de tránsito para Saavedra, entonces solicitamos el depósito judicial del mismo haciendo inclusive la denuncia en la Oficina de Maltrato Animal de la ciudad.
Pero como no podía ser de otra manera en esta bizarra historia de indiferencia y populismo, que tiene como protagonistas a impresentables empleados municipales y a un Poder Judicial totalmente relajante y altanero, obtuvimos el final menos deseado cuando de un día para otro nos comunican que Saavedra había muerto. Situación que puede suceder ya que los caballos de la TRACCION A SANGRE terminan en condiciones tremendas, pero ¿Y si lo dejaron morir? ¿Y si lo devolvieron?....
Si me preguntan cómo me siento, sólo puedo hablarles de frustración, de amargura y dolor; pero también de esperanza. Casos como éste son los que tienen que suceder para que haya una solución final, o al menos para poder encaminarla. Si me preguntan si valió la pena, créanme que sí; a pesar de todo. Porque puedo asegurar que no son todas las situaciones así, existen casos mucho menos complicados y nunca estamos solos. Esta ocasión fue una en la que toda la miseria humana e institucional complotaron para mal, pero ni así pudieron.
Por eso siempre amerita denunciar la TRACCIÓN A SANGRE, no sólo porque está terminantemente prohibida, sino también porque es una obligación moral. Porque terminar con la tracción a sangre es terminar con el maltrato animal y la injusticia social.