En consecuencia, se generó un ligero velo grisáceo en el cielo con puestas y salidas del sol más rojizas y reducción de visibilidad.
Esto tiene que ver, por un lado, con que durante agosto se vieron incrementadas las quemas que habitualmente se realizan por estas fechas en el centro y norte de Sudamérica con la finalidad de preparar la tierra para la agricultura y pastoreo del ganado, previo a la temporada de lluvias.
Según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) de Brasil, mediante productos de teledetección satelital, desde el inicio del año se identificaron más de 159.411 focos ígneos en su país y 58.107 en Bolivia, siendo estos valores el doble en ambos países en comparación al 2023. También se registran incendios en Paraguay y el norte de Argentina, pero en menor cantidad.
En algunas zonas de estos países, más allá de la influencia antropogénica como causa principal en el inicio de estos incendios, durante los últimos meses se apreciaron anomalías negativas de precipitación (déficit hídrico), disminución de la humedad en el suelo, que denotan una mayor presencia de radiación (menor nubosidad), y el viento como secante y propulsor de nuevos focos.
Los vientos en niveles bajos de la atmósfera (entre 1.000-3.000 metros de altura) son los responsables de trasladar el humo desde las regiones donde se producen los incendios hacia otras zonas, alcanzado los países del sur del continente.
En imágenes satelitales se aprecia claramente el humo sobre los países, alcanzado la pluma de partículas en suspensión el centro-norte de Argentina y Uruguay.
Paralelamente, sobre algunas localidades del norte uruguayo se han registrado precipitaciones, las cuales favorecieron que las partículas de humo alcanzaran la superficie, generando turbiedad en el agua de lluvia.
Fuente: El Telégrafo