Sociedad
Otra vez el aborto en Argentina, por Agustín Laje
Argentina transcurre por una de las peores crisis de su historia, si no la peor.

La pobreza en este país está llegando al 50%; 6 de cada 10 niños argentinos padecen hambre; el desempleo es oficialmente del 13%, pero ronda el 30% si se cuenta a la gente que quiso buscar trabajo en los últimos meses pero no pudo hacerlo por la cuarentena obligatoria del gobierno; en el último año, nada menos que 4 millones de empleos se han perdido; la caída del PBI en el segundo trimestre del corriente año (19,1%) es de las más altas del mundo, y la más grave de toda la historia nacional; la inflación argentina es la segunda más alta de todo el mundo, solo superada por Venezuela; el dólar sube casi sin dar tregua, y la brecha cambiaria entre el dólar libre y el dólar oficial es mayor al 100%.
Uno podría creer que los argentinos hemos pagado el precio económico de mantenernos con vida y salud en el marco de la pandemia. Eso fue, al menos, lo que el gobierno quiso vender. Pero vamos a los números: Argentina contabiliza, al día de hoy, 1.333.000 contagios y más de 36.100 muertes por COVID-19, lo que nos posicionó hace algunas semanas como el quinto país con más contagios en el mundo, y cuarto en el ranking de muertos por millón de habitantes.
El kirchnerismo tiene sobre sus hombros una de las peores gestiones pandémicas del mundo que, no sólo no logró contener los contagios y las muertes, sino que destrozó la economía.
Este es, en resumidas cuentas, el contexto en el que el Gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner decide volver a la carga con el aborto. Como si una sociedad literalmente enferma, hambreada y moribunda, tuviera lugar en su agenda pública para fragmentarse en el marco de una lucha que pondrá en marcha numerosas movilizaciones, tanto de un lado como del otro. Conveniente bomba de humo: frente al caos y la miseria, frente al dolor y la enfermedad, frente al monumental ajuste económico que ya se ha puesto en marcha y frente a la vuelta al FMI, el gobierno "progresista" de Fernández debe distraer a la opinión pública a como dé lugar. ¡Bienvenidas las movilizaciones y las fracturas sociales!
Por eso mismo, hace algunas horas nada más, el gobierno envió al Congreso Nacional su propio proyecto de ley de aborto legal. En breve, el proyecto legaliza el aborto hasta la semana 14 del proceso gestacional, pero fuera de ese plazo también queda legalizado en caso de violación o "si estuviese en peligro la vida o la salud integral de la persona gestante" (art. 4). En la práctica, el aborto queda legalizado sin plazos, y en esto consiste la trampa: la causal violación requiere simplemente una declaración jurada (no se abre ningún proceso penal, ninguna investigación, no se imputa a nadie), y la causal "salud integral", en la medida en que se ampara en la definición de la OMS (art. 5 inc. f), contempla "salud psíquica" y "salud social", de modo que, por ejemplo, manifestar que un embarazo de 8 meses causa "estrés" o "ansiedad" ("salud psíquica") o "problemas familiares" o "laborales" ("salud social"), podría fácilmente habilitar un aborto legal.
El proyecto del Gobierno también establece, respecto de niñas de 13 años, que "se presume que cuentan con aptitud y madurez suficiente para decidir la práctica y prestar el debido consentimiento", sin asentimiento de los padres (art. 8 inc. b). Es decir, en la República Argentina se presume que una niña de 13 años no cuenta con aptitud ni madurez suficiente para comprar una etiqueta de cigarrillos o para beber una lata de cerveza o para votar a sus representantes políticos, pero sí que tiene la aptitud y madurez necesarias para someterse a abortos. Y respecto de los más chicos, el cuerpo de la ley también dispone la obligatoriedad de la "salud sexual integral" fundamentada en la "perspectiva de género y diversidad" (o sea, en ideología de género) en todos los colegios de la República Argentina (art. 12). Ya se ha visto que ese modelo educativo es, en rigor, adoctrinamiento en un paradigma moral y político (moralizante y politizante) de la sexualidad.
El proyecto de ley, mientras deja intacta la pena que corresponde a quien realice en una mujer un aborto sin su consentimiento (sin que de ello se siga su muerte), disminuye sustancialmente la pena que le correspondería al abortista que practicara el aborto sobre la mujer, con consentimiento, pero fuera del plazo de las 14 semanas que prevé la ley. Antes la prisión en tal caso era de 1 a 4 años, pero ahora sería de 3 meses a 1 año (art 13). Todo está pensado para poder practicar abortos con relativa facilidad en mujeres cuyo embarazo exceda ampliamente las 14 semanas de gestación. Por ejemplo, si se aborta a un niño que tiene ya 8 meses de gestación, la mujer podrá alegar que estaba "estresada" y nadie irá preso, conforme al artículo 4. O de no apelar a su "salud integral", el abortista tampoco tendrá demasiados problemas, como se aprecia en el artículo 13.
Contrariamente, quienes sí tendrán mayores problemas son aquellos funcionarios públicos y médicos que dilaten u obstaculicen un aborto. Para ellos no sólo hay prisión de 3 meses a 1 año, sino también inhabilitación (art. 14). Es decir, se quedan en la calle.
Desde luego que el abortismo presenta su lucha como una "cruzada por la salud de las mujeres". Enormes esfuerzos propagandísticos han sido destinados a hacer creer que el aborto es un asunto urgente de nuestras agendas sanitarias. Amnistía Internacional hace algunas horas iluminó de verde edificios históricos de Argentina reclamando por la vida y la salud de las mujeres que mueren en abortos. Ahora bien, basta con dirigirse a las últimas "Estadísticas Vitales" del Ministerio de Salud de Argentina (2018) para constatar que, de las 257 muertes maternas anuales, apenas 19 correspondieron a abortos inducidos (pág. 143 del informe). Ese año, la población femenina fue 22.797.803, lo cual significa que la muerte por aborto afecta al 0,00008% de las mujeres argentinas. Toda vida es sagrada y toda muerte es una tragedia, pero nadie podría argumentar seriamente, en vista de estos números, que nos encontramos frente a un problema crucial de salud pública.
El aborto es una bomba de humo que, localmente, sirve a un gobierno que necesita distraer a la gente mientras la economía se cae a pedazos, la pandemia avanza incontrolablemente, y el ajuste ya se ha puesto en marcha. Pero también el aborto es una exigencia internacional, de lo más alto del poder global. Es una exigencia de ONU y sus agencias especializadas, sobre todo después de El Cairo 1994; es un protagonista de la "Agenda 2030" bajo el eufemismo de la "planificación familiar" y la "salud sexual y reproductiva"; es una recurrente petición del Banco Mundial y del BID, sobre todo desde Robert McNamara; es una de las principales causas de las más influyentes y acaudaladas ONGs globalistas, tales como Ford Foundation, Bill & Melinda Gates Foundation, Open Society Foundation, Rockefeller Foundation, David and Lucile Packard Foundation, International Planned Parenthood Federation, Planned Parenthood Federation of America, William and Flora Hewlett Foundation, etcétera. Miles de millones de dólares se han volcado en las últimas décadas a financiar la agenda abortista en el mundo, como forma de mitigar la "sobrepoblación mundial" en la que tanto trabaja el Fondo de Población de Naciones Unidas, y sobre la que ya se alarmaba Henry Kissinger en el célebre Memo 200 de seguridad nacional que enviara en 1974 al Presidente de Estados Unidos, al director de la AID y al director de la CIA, hoy desclasificado por las leyes de transparencia norteamericanas.
El Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), think tank argentino de izquierda, dirigido durante muchos años por Horacio Verbitsky, un ex agente de inteligencia de la organización terrorista Montoneros, es un ejemplo de cómo procede este lobby global. Ni lerdo ni perezoso, el CELS ya se puso en contacto con todos los diputados y senadores argentinos, solicitándoles por e-mail que, esta vez, aprueben el aborto en el país. Ahora bien, cuando uno investiga un poco la procedencia de los fondos de los que ha gozado esta institución, se encuentra con la Unión Europea, la Fundación Oak (Londres), Ford Foundation, Open Society Foundation (George Soros), el Fondo de Contribuciones Voluntarias de las Naciones Unidas para las Víctimas de la Tortura, la Tinker Foundation (Nueva York), el Foreign Office y, por supuesto, la International Planned Parenthood Federation (IPPF), entre otras. También se advierten sus articulaciones con Amnistía Internacional y con Human Rights Watch.
¿Tan interesados están los magnates más acaudalados del mundo en las revueltas feministas, los pelos de colores, las axilas peludas, el amor lésbico, el cliché de la "autopercepción", la "emancipación" y el "empoderamiento" de los "cuerpos gestantes"? ¿Tan fundamental es para sus conciencias no sólo la legalización, sino también la normalización del aborto? Detrás de la filantropía que sabe disfrazarse muy bien con lacrimógenos discursos de inclusión, diversidad y "salud reproductiva", hay motivos materiales que, con Michel Foucault, cabría llamar "biopolíticos". Kissinger, en el Memo 200, indica claramente que la biopolítica de control demográfico y natal debe hacerse a través del financiamiento de instituciones locales, como el CELS. Fue una de las lecciones que dejó a la sazón la fallida Conferencia de Población en Bucarest.
El aborto ha sido arrojado hace unas horas como bomba de humo verde. Humo que tapará los verdaderos problemas de los argentinos; humo que tapará los verdaderos móviles biopolíticos de una agenda que promueve el asesinato legalizado de seres humanos en gestación.
Habrá que salir a las calles, otra vez, a disipar semejante humo.

Sociedad
Aumentan los pedidos de cirugías estéticas para asemejarse a las fotos con filtros
La tendencia se repite en especial en mujeres de entre 20 y 30 años buscando modificar sus rasgos y tomando como parámetros la imagen que tienen con los filtros. ¿Qué recomiendan los especialistas?

Esta tendencia ha llevado a un aumento en las consultas y procedimientos de cirugías estéticas en la Argentina, especialmente entre mujeres jóvenes influenciadas por las imágenes con filtros que ven en plataformas como Instagram y TikTok.
El cirujano plástico Luciano Catterino, miembro de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, señaló en diálogo con MDZ que se han incrementado las consultas de pacientes que buscan alinearse con estándares de belleza promovidos en estas plataformas.
«Las redes sociales han aumentado la consulta de las pacientes por verse con determinados estándares de belleza cada vez más requeridos», indicó Catterino. Este fenómeno es particularmente notable en mujeres de entre 20 y 30 años, quienes buscan tratamientos que reflejen las mejoras estéticas que observan en sus rasgos al colocar filtros sobre sus fotografías.

Según datos de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS), Argentina se posiciona entre los diez países con mayor número de procedimientos estéticos realizados. En 2022, se llevaron a cabo más de un millón de procedimientos estéticos en el país, de los cuales 461.589 fueron quirúrgicos y 554.929 no quirúrgicos. Las cirugías más solicitadas incluyen el aumento mamario y la liposucción.
La influencia de las redes sociales no solo se refleja en la cantidad de procedimientos, sino también en el tipo de intervenciones solicitadas. Catterino destacó que las pacientes suelen buscar tratamientos faciales anti-edad que estimulen la formación de colágeno y elastina para reposicionar el tejido. Entre los procedimientos más demandados se encuentran el láser de Endolift, bioestimuladores como Nuit y Elan-C, y la aplicación de toxina botulínica para las arrugas de expresión. En cuanto a los tratamientos corporales, la lipoaspiración y procedimientos reductores con Endolaser o Endolift son los más requeridos.
Dismorfofobia
La presión social por alcanzar una imagen idealizada puede llevar a una distorsión de la autoimagen, conocida como dismorfofobia. Esta condición se manifiesta en personas que no se aceptan y utilizan filtros para modificar su apariencia. Catterino enfatizó la importancia de que los profesionales sepan decir «no» y establecer límites cuando las expectativas de los pacientes no son realistas, asegurando resultados naturales y armónicos.

En cuanto a los pacientes que llegan con imágenes editadas por filtros de redes sociales y solicitan verse de la misma manera en la vida real, Catterino subrayó la importancia de explicarles que cada cuerpo es único y que los procedimientos deben respetar la fisonomía individual. «La clave está en la formación y experiencia del profesional, quien debe garantizar un resultado natural y armónico sin ceder ante presiones o tendencias pasajeras», reflexionó.
Desde una perspectiva psicológica, el cirujano señaló que la autoestima juega un papel crucial en la decisión de someterse a un tratamiento estético. «Sentirse bien con la propia imagen puede mejorar el bienestar general, pero es fundamental que los pacientes comprendan los límites de la cirugía y los tratamientos no invasivos. Un profesional responsable es aquel que orienta y recomienda intervenciones según las necesidades reales del paciente, sin alimentar expectativas irreales».
La influencia de las redes sociales
Finalmente, Catterino reconoció que la demanda de estos procedimientos sigue en aumento, impulsada por la influencia de las redes sociales. Ante este escenario, recomendó que quienes deseen realizarse un tratamiento estético «acudan a médicos certificados y con la especialización adecuada, ya que la formación académica y la experiencia profesional son clave para garantizar resultados seguros y satisfactorios».
Fuente: Mdzol
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