La vida es el regalo más preciado, y la salud es la base de todo lo demás. Cuando uno la tiene suele, no prestarle demasiada atención, pero cuando empieza a flaquear, el mundo próximo comienza a oscurecerse. Más aun cuando las puertas se cierran y los rayos de esperanza se van apagando. Este es el caso de Luis "Gato" Carballo, y de más de treinta victorienses, que deben viajar -tres veces por semana- hasta un sanatorio de diálisis en Nogoyá, ubicado a 45 kilómetros de Victoria.
Como tantos vecinos, tiene que viajar -a sus 66 años- a combatir su dolencia, e intentar derribar un escollo pétreo, frío, e inamovible: el letargo mental.
En un nihilismo casi ensordecedor, la sociedad victoriense parece acostumbrada a aceptar esta dura realidad "tal como es", o a naturalizar -mansamente- que ha sido vencida. Ante ese escenario, cabe realizarse una pregunta incómoda: ¿Qué es lo que le impide a Victoria contar con este servicio esencial?
Ya sea incapacidad, burocracia, intereses sectoriales o bien la indiferencia, lo cierto es que -año tras año- el problema persiste. Pero hoy, Luis da testimonio para contar su historia.
Entrevista
Luis, ¿en qué momento detectaste que algo estaba mal, y que afectaba tu salud renal?
Cuando tenía mi taxi, por allá por el 2011, hacía constantemente viajes entre Victoria y Rosario. En ese momento, comencé a sentir cosas que me indicaban que algo estaba mal: presión, se me nublaba la vista… pero lo atribuía al desorden que tenía que ver con mi vida personal. Comer demasiado, tomar alcohol, y básicamente fumar mucho. En el último tiempo, llegué a fumar más de tres atados de cigarrillos por día. Cuando fumaba el primero, después no podía parar. Hasta que un día me descompuse en Rosario y casi choqué.
¿En dónde te detectaron la enfermedad renal?
En Victoria no me pudieron detectar el problema, porque no hay nada especializado. Pero sí lo hicieron en Rosario, a partir de la sugerencia de un amigo, Eduardo Cabrera, cuya hija me consiguió un turno en el hospital Centenario. Allí empezaron a detectarme lo que tenía, que también era el corazón, por lo que luego me hicieron tres bypass y un stent en la carótida. Todo con una eficiencia que parecía estar en otro mundo.
A partir de entonces, ¿comenzaste a hacer una nueva vida?
En un primer momento no, porque me negaba a ver la realidad. Pero otra descompostura marcó al fin un antes y un después. Empecé a cuestionarme: ¿Por qué me toca a mí? Pero luego de ese proceso, tan humano, empecé a ver de modo diferente las cosas, que uno no es invencible. Bajé a la realidad, y comencé a dializarme en 2016.
En tu caso, la enfermedad te sorprendió antes de cumplir los sesenta. ¿Cómo te sentís de ánimo para seguir viajando a tratarte?
Y la situación me ha cansado, ya son ocho años. Hay otros victorienses que están en mi mismo padecimiento; y otros, más graves. Lamentablemente algunas personas ya han fallecido, apenas pasando los 50 años.
¿Eso podría haber cambiado si Victoria hubiese contado con una sala de diálisis, o al menos la calidad de vida de los pacientes?
No sabría decirlo, pero sí ganaríamos mucho en tranquilidad: el hecho de no viajar tanto. En mi caso, yo debo levantarme a las 4 de la mañana para que me pasen a buscar, como a los otros pacientes. Llegamos a las seis al lugar para que nos conecten. Por eso el anhelo es que se pueda hacer en Victoria.
Para tomar real dimensión del calvario que enfrentan, ¿qué circunstancias atraviesan las personas que padecen daño renal?
Si bien no es mi caso, puedo decirte que la mayoría de la gente que está enferma de esto no orina, con todas las dificultades que eso acarrea. Se empiezan a tapar los pulmones de líquido, y no podés respirar.
¿Hubo intentos de impulsar este servicio de salud en Victoria?
Se ha hablado en algunos momentos, y personas del ámbito privado se han encontrado con trabas, y con la incapacidad e ignorancia de los que están. En lo personal he estado golpeando puertas, pero me pidieron que armara un proyecto, cuando yo voy con la necesidad ante el padecimiento del problema. A esa función la tienen que cumplir las personas que están al frente de salud y de los espacios de poder gubernamental.
"Que alguien de salud diga que yo tengo que hacer un proyecto es tirarle el problema al enfermo. En esa lógica, ¿los pacientes tenemos que hacer el tratamiento y también armar un proyecto? son las cosas que sufrimos ante una incapacidad gubernamental que viene de años"
Grandes ideas tienen todos, pero a la vista está que no las saben implementar. Siempre el nuevo le echa la culpa al anterior, y así... nada cambia.
¿Qué trabas percibís a nivel gubernamental?
Por lo que tengo entendido, PAMI no quiere habilitar otra clínica, pero podría hacerse un anexo, en un espacio público, privado, o bien público-privado. Por eso me gustaría poder hablar en algún momento con el ministro de salud de la provincia, que tengo entendido que es una persona muy accesible, para ponerlo al tanto de nuestra necesidad.
¿Te genera bronca o impotencia esta situación?
La realidad que vivimos ya no me da bronca, sino pena, por tantas puertas que se cierran. No creo que existan malas personas en torno a esto, pero sí mucha incapacidad, y tienen que estar atentos a lo que nos pasa.
Da mucha pena que no se ocupen de esta enfermedad, más cuando hay mucha gente que la sufre. Por eso, ojalá que a esto lo vean quienes tienen cómo solucionarlo.