Sociedad
Elías Musse, la llave para contar la historia de los sacerdotes tercermundistas
Lucas Bilbao, becario posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), contó de ese primer llamado.

«Un día de 2018 me llamó el cura Elías Musse para preguntarme si desde la Universidad estábamos interesados en conservar ´y hacer algo´ con el archivo del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo que había sobrevivido y se encontraba en Santa Fe. Obviamente le dije que sí, sin saber lo que era. Incluso desconfiaba de que hubiese quedado algo de ello, ya que si bien nunca había investigado el tema, sí había leído mucho, conocía sus publicaciones e incluso a varios de quienes fueron sus integrantes y nadie mencionaba ese archivo».
Fue el inicio de todo lo que vino después. Pero antes de eso fue la frase del cura Elías Musse: «Acá está todo, esto es pura historia».
Elías Musse nació en Tandil, provincia de Buenos Aires, pero luego se afincó en la ciudad de Victoria, en Entre Ríos.

La frase se la dijo a Mabel Busaniche, pareja de José "Pepe" Serra, sacerdote que dejó sus hábitos en 1974, y que antes cimentó, junto a sus pares de toda América Latina, el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Serra murió en 2016, y su viuda no supo qué hacer con toda esa documentación que se había acumulado en su casa durante toda una vida. Cuando Busaniche quedó viuda no supo qué hacer con toda la documenación que ocupaba buena parte de su casa. Hizo el duelo, entonces, y después cayó en la cuenta. «Esto era oro en polvo. ´Pepe´ tenía devoción por el papel, por los documentos que plasman la historia. Y él trabajaba así, fijate: hay 40 cuadernos, ¿ves? Eran varios cuadernos por temática: Medio ambiente, Aspectos del contexto del análisis de la realidad de Argentina, de la región y del mundo. La irrupción de los barrios, entre otros. Y a partir de allí elaboraba sus documentos. Algunos textos de Teología me los quedé porque no podía desprenderme, así que los chicos sacaron fotocopias (los ´chicos´ son becarios del Conicet que trabajaron en varias etapas para recopilar el material). Pero prácticamente se fue todo. Fue la maravilla de ver carpeta por carpeta», contó en una entrevista con el diario El Litoral.
Todo el material que había recopilado Serra en Santa Fe y también Domingo Brsci, en Buenos Aires, fue a parar al nstituto de Estudios Histórico-Sociales Profesor Juan Carlos Grosso, de Tandil, en la provincia de Bueno Aires, donde todo fue clasificado y digitalizado.

Los dos fondos documentales, de Serra y de Bresci, reúnen quince cajas con documentos inéditos: correspondencia, circulares, folletos y borradores de publicaciones, provenientes de las distintas regionales en las que estaba constituido el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. El archivo, además, se completa con alrededor de 1.500 libros y revistas publicados por grupos cristianos, campesinos y movimientos políticos de diversos países de América Latina. Entre estos se destacan aquellos vinculados con las experiencias de alfabetización y evangelización en comunidades campesinas y barriales, así como los vinculados a los procesos revolucionarios e insurgentes de Nicaragua, El Salvador y Cuba.
El trabajo de recopilación de esos archivos se va a presentar este viernes 21 en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires, en Tandil, con la presencia de Guillermo Oliveri, secretario de Culto de la Nación; Mabel Busaniche, educadora popular; Domingo Bresci, cura tercermundista; y Fortunato Mallimaci, sociólogo del Conicet.
Quién es Elías Musse
Si el empleado del Hotel de los Inmigrantes que lo anotó, allá lejos, hace tiempo, no lo hubiera anotado como anotó a aquel inmigrante libanés, el padre Elías Musse, nacido el 27 de septiembre de 1940 en Tandil, provincia de Buenos Aires, afincado desde hace casi 30 años en Victoria, provincia de Entre Ríos, no tendría ese apellido mal armado por fonética.
Hijo de Emilio Abdo y de Zaide Abraham, los dos libaneses, los dos pobres, los dos sin nada, los dos inmigrantes de principios del siglo XX, hermano de cinco hermanos, nieto de aquel viejo con apellido estrambótico para la escritura criolla, antes de ser bautizado como lo bautizarían en la religión católica, el padre Elías Musse, antes incluso de saberlo, recibió un primer bautismo. El abuelo se llamó como se llama un abuelo nacido en El Líbano, con nombre y apellido libanés: Abdo Moises Abou-sleiman. El empleado de Migraciones que recibió a aquellos inmigrantes de lengua árabe escribió lo que creyó escuchar: a Moisés lo tradujo en lengua parlante como Musse. Y así quedó para siempre.
El padre Musse no nació en El Líbano sino en un hogar peronista, en Tandil, y cuando fue suficientemente grande, se hizo cura, y siendo cura, en la Iglesia a la que se sumó ocurrieron hechos novedosos. Ocurrió, mitad de la década de 1960, el Concilio Vaticano, y aquello fue una ventilación para una estructura que se estaba volviendo vieja. En medio, la Encíclica Populorum Progressio, de Pablo VI, que habló de las desigualdades entre el Norte y el Sur, y a eso, el Manifiesto de los 18 Obispos, entre ellos el brasileño Helder Cámara, que habló del cristianismo como el verdadero socialismo. El mundo también estaba en efervescencia en aquellos años, y en aquella efervescencia, medio millar de curas argentinos hizo propio aquellos pensamientos.
Era el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Entre ellos, el padre Musse.
-Entré al Seminario en 1953. Me ordené en el 64, y salgo verde totalmente. Tenía 24 años, era licenciado en Teología. Pero en relación humana no tenía ninguna experiencia, y la realidad me golpeó fuerte. Soy originariamente de un barrio pobre: mi padre fue un delegado ferroviario y peronista, y nos inculcó eso a todos nosotros. Yo provengo de un hogar pobre. El único que pudo tener estudios universitarios fui yo, pero porque me hice cura. Mis hermanos tuvieron estudios, pero para tener un trabajo. Cuando me ordené, fui a trabajar a un barrio, y a un hospital para tuberculosos. Y a mí me golpeó esa realidad que veía. Sobre todo la esperanza de la gente, que a mí me parecía que era una esperanza infundada, de que Perón iba a volver. La gente dejaba las canillas abiertas, para hacer entrar en crisis a los servicios, como mecanismo de resistencia, decían. Así, me fui metiendo en la gente. Me entró a golpear todo eso.
Todo eso era la resistencia peronista, y el padre Musse venía de un hogar enraizadamente peronista.
-La única resistencia era el peronismo, y los sacerdotes, que queríamos darle voz a los que no tenían voz. En ese clima nació el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. No teníamos una estructura rígida, piramidal, nos movíamos por acuerdos entre nosotros. Reconocíamos el peronismo de la gente, pero no por eso éramos todos peronistas. Era un movimiento lo nuestro, que es cierto también que tenía muchas imprecisiones, pero era porque no nos deteníamos mucho a pensar lo que hacíamos, sino que actuábamos. Tal vez, éramos demasiado impulsivos. Yo formo parte del grupo fundador. Era coordinador de mi zona, en la diócesis de Azul.
-¿En la Iglesia hay condiciones para que renazca hoy un movimiento con esas características?
-Yo no sé. Sería trasplantar una situación setentista a esta época. Y la historia no es cíclica. Es una línea ascendente. No sé si hoy yo, viviendo en el 70, lo integraría. Por eso es tan falso juzgar el pasado desde el presente si uno no se compenetra de todo aquello. Nosotros no hacíamos categorizaciones ni distinciones: actuábamos.
Aquel movimiento no sobreviviría una década. A mitad de la década de 1970 fue instalándose el terror en Argentina, y el escenario fue nublándose de a poco. El padre Musse fue de aquí para allá, de Azul a Olavarría, de Olavarría a Mar del Plata, de Mar del Plata a casa de su madre, y vuelta a Mar del Plata, con las amenazas de la Triple A respirándole en la nuca.
-Mi obispo me pidió que me fuera al exterior. No me quise ir. Lo pensé como una traición. Me voy a casa de mamá. De allí el obispo me saca, y me lleva a Mar del Plata, y en Mar del Plata, durante un bautismo de una familia, llega la Policía. Estando en la fiesta, en medio del asado por el bautismo, es ahí donde caigo preso. Fue unos meses antes del golpe del 76. Después, supe que en la casa del muchacho donde se hacía la fiesta, había armas.
Estuvo preso 7 años en cárceles de la provincia de Buenos Aires: en Devoto, en Caseros, en Dolores, en Sierra Chica, en La Plata. Dice y saca la cuenta: en total, 16 traslados, yendo de un calabozo al otro. Salió con libertad vigilada en 1982.
Llegó a Entre Ríos, a Victoria, casi sin proponérselo. Y aquí está ahora, proponiendo un juego dialéctico de buen evangelizador.
-A mí a veces me dicen: No padre, yo no creo en Dios. Entonces yo les digo: Bueno, a ver, decime en qué Dios no crees, porque capaz yo tampoco crea en ese Dios. Para mi Dios es un misterio de amor profundo. ¿Vos, crees en Dios?
Este día es el primer jueves de diciembre y llueve. Llueve una lluvia insidiosa y al Rancho, así le dicen a este lugar, se llega subiendo una cuesta empinada, calle de tierra. La calle tiene nombre de puntero de la Revolución, Berutti, una calle que es como la obviedad misma: está después de French, en esa zona donde calle Ezpeleta, la misma de la Municipalidad y de la plaza principal de Victoria, pierde su buen tino y se convierte en algo casi imposible: lomos de burro, angostura, baches, lodazal.
El Rancho es la casa de Elías Musse: un lugar despojado y quieto, mesa con mantel de hule, algunos pocos adornos, un televisor, una computadora, dos celulares, internet, la imagen de la Virgen de Luján, libros, varios libros, nada más. En su escritorio, el padre Musse tiene dos libros a medio leer: El movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Un debate argentino, de José Pablo Martín, editado por la Universidad Nacional de General Sarmiento; y la primera entrevista que da a un periodista un papa, Benedicto XVI, convertida en libro, Luz del mundo. El Papa, la Iglesia y las señales de los tiempos, escrito por el alemán Peter Seewald.
Llegó en 1982 a esta ciudad, y desde entonces está incardinado en la diócesis de Azul, con lo cual no es de allá ni es de acá ni mucho menos de una parroquia: no quiere ser párroco el padre Elías. Pero sí sacerdote: lo conocen en las islas del Delta, en la cárcel, en los barrios pobres y sobre todo lo conocen por una obra monumental que hizo, el hogar para niños con discapacidades profundas llamado El Negrito Manuel.
-Entre humaredas de carne con cuero, nací de nuevo acá –filosofa el cura, mientras se despereza en su sillón.
Salió de la cárcel en 1982 con la idea de irse a un monasterio. Tucumán le pareció demasiado lejos, así que escogió Victoria, la Abadía del Niño Dios, de los monjes benedictinos. Un día los monjes le pidieron que trabajara afuera del monasterio, y así empezó el trabajo en lo que más le gusta: estar en contacto permanente con la gente.
-Me quedé por un año, y acá estoy todavía.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora

Sociedad
Aumentan los pedidos de cirugías estéticas para asemejarse a las fotos con filtros
La tendencia se repite en especial en mujeres de entre 20 y 30 años buscando modificar sus rasgos y tomando como parámetros la imagen que tienen con los filtros. ¿Qué recomiendan los especialistas?

Esta tendencia ha llevado a un aumento en las consultas y procedimientos de cirugías estéticas en la Argentina, especialmente entre mujeres jóvenes influenciadas por las imágenes con filtros que ven en plataformas como Instagram y TikTok.
El cirujano plástico Luciano Catterino, miembro de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, señaló en diálogo con MDZ que se han incrementado las consultas de pacientes que buscan alinearse con estándares de belleza promovidos en estas plataformas.
«Las redes sociales han aumentado la consulta de las pacientes por verse con determinados estándares de belleza cada vez más requeridos», indicó Catterino. Este fenómeno es particularmente notable en mujeres de entre 20 y 30 años, quienes buscan tratamientos que reflejen las mejoras estéticas que observan en sus rasgos al colocar filtros sobre sus fotografías.

Según datos de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS), Argentina se posiciona entre los diez países con mayor número de procedimientos estéticos realizados. En 2022, se llevaron a cabo más de un millón de procedimientos estéticos en el país, de los cuales 461.589 fueron quirúrgicos y 554.929 no quirúrgicos. Las cirugías más solicitadas incluyen el aumento mamario y la liposucción.
La influencia de las redes sociales no solo se refleja en la cantidad de procedimientos, sino también en el tipo de intervenciones solicitadas. Catterino destacó que las pacientes suelen buscar tratamientos faciales anti-edad que estimulen la formación de colágeno y elastina para reposicionar el tejido. Entre los procedimientos más demandados se encuentran el láser de Endolift, bioestimuladores como Nuit y Elan-C, y la aplicación de toxina botulínica para las arrugas de expresión. En cuanto a los tratamientos corporales, la lipoaspiración y procedimientos reductores con Endolaser o Endolift son los más requeridos.
Dismorfofobia
La presión social por alcanzar una imagen idealizada puede llevar a una distorsión de la autoimagen, conocida como dismorfofobia. Esta condición se manifiesta en personas que no se aceptan y utilizan filtros para modificar su apariencia. Catterino enfatizó la importancia de que los profesionales sepan decir «no» y establecer límites cuando las expectativas de los pacientes no son realistas, asegurando resultados naturales y armónicos.

En cuanto a los pacientes que llegan con imágenes editadas por filtros de redes sociales y solicitan verse de la misma manera en la vida real, Catterino subrayó la importancia de explicarles que cada cuerpo es único y que los procedimientos deben respetar la fisonomía individual. «La clave está en la formación y experiencia del profesional, quien debe garantizar un resultado natural y armónico sin ceder ante presiones o tendencias pasajeras», reflexionó.
Desde una perspectiva psicológica, el cirujano señaló que la autoestima juega un papel crucial en la decisión de someterse a un tratamiento estético. «Sentirse bien con la propia imagen puede mejorar el bienestar general, pero es fundamental que los pacientes comprendan los límites de la cirugía y los tratamientos no invasivos. Un profesional responsable es aquel que orienta y recomienda intervenciones según las necesidades reales del paciente, sin alimentar expectativas irreales».
La influencia de las redes sociales
Finalmente, Catterino reconoció que la demanda de estos procedimientos sigue en aumento, impulsada por la influencia de las redes sociales. Ante este escenario, recomendó que quienes deseen realizarse un tratamiento estético «acudan a médicos certificados y con la especialización adecuada, ya que la formación académica y la experiencia profesional son clave para garantizar resultados seguros y satisfactorios».
Fuente: Mdzol
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