Ciencia
Día Mundial del Alzheimer: «Hay muchas investigaciones pero estamos lejos de la cura»
Si bien en los últimos años avanzaron las investigaciones con varias drogas específicas contra la enfermedad de Alzheimer, de la que este jueves se conmemora el Día Mundial, «todavía no hay disponibles tratamientos eficaces contra todos o la mayor parte de los síntomas» ni que la curen definitivamente, indicó la investigadora Diana Jerusalinsky, quien no obstante manifestó que hay «optimismo» en la comunidad científica.
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«Estamos aún lejos de una cura en el sentido de que no tenemos en las manos una o varias drogas que proporcionen un tratamiento eficaz contra todos o la mayor parte de los síntomas», dijo Jerusalinsky, directora del Laboratorio de Neuroplasticidad y Neurotoxinas (LaNyN) del Instituto de Biología Celular y Neurociencia Profesor Eduardo De Robertis (IBCN, Conicet- UBA) en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Sin embargo, explicó que tanto la comunidad de terapeutas de todas las especialidades relacionadas como los profesionales involucrados en salud e investigadores están «mucho más involucrados en la búsqueda de esas terapias con estrategias más adecuadas, investigando los mecanismos de la enfermedad mucho más que hace unos años». «En el último tiempo surgieron varias drogas específicas», añadió.
El Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa, en la que el cerebro de quien la padece comienza a perder conexiones y neuronas, a la vez que empieza a acumularse una proteína anormal llamada «beta-amiloide». Se trata de la forma más común de demencia y puede representar entre un 60% y un 70% de los casos.
Un vector capaz de crear un anticuerpo atificial
Dentro de los trabajos para el desarrollo de tratamientos, Jerusalinsky junto a Sergio Ferreira, de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), codirige una investigación que logró el desarrollo de un vector «capaz de entrar en las neuronas y allí producir un anticuerpo artificial que ataca una de las proteínas que se desarrollan patológicamente en el Alzheimer y forman las llamadas placas seniles constituidas por proteínas de beta-amiloide agregadas», describió la especialista.
El vector, que fue probado en varios modelos animales, arrojó buenos resultados ya que logró revertir el déficit de memoria.
«Este vector permitiría un tratamiento mucho más económico y efectivo, pero el problema que buscamos resolver en este momento es la vía de administración, ya que se aplica en forma intracraneal, dentro de los ventrículos cerebrales, y esta vía es muy invasiva. Estamos formulando nuevos vectores que se puedan administrar de otra manera, antes de pasar a una fase clínica (en humanos)», explicó.
En el desarrollo de vectores de esta investigación también trabajan William Klein de la Universidad Northwestern (Illinois, EE.UU); Adriano Sebollela del Campus de Ribeirão Preto (Brasil); Clara Selles (argentina, actualmente en Estados Unidos); y Alberto Epstein (Paris-Francia).
Terapias con anticuerpos
El desarrollo de anticuerpos que atacan la proteína beta-amiloide es una de las líneas sobre la que se está trabajado a nivel mundial, pero -a diferencia de lo que se viene observado en la investigación de Jerusalinsky y su equipo-, «por el momento las terapias con anticuerpos son muy costosas y han generado varios efectos colaterales indeseables», describió.
«También hay un informe de la Clínica Mayo de los Estados Unidos sobre ensayos con inhibidores de las enzimas que producen esta proteína beta-amiloide; pero en todos los casos estos inhibidores han tenido efectos colaterales indeseables riesgosos y tampoco produjeron mejoría en los aspectos cognitivos por lo que prácticamente están siendo dejados de lado», abundó la investigadora.
Terapias antiinflamatorias
Y continuó: «Por otro lado están las terapias antiinflamatorias que se siguen desarrollando sobre todo a un nivel cada vez más cercano a las vías moleculares involucradas en la inflamación, y esto también produce alivio y mejorías temporales, sobre todo en los estados de déficit cognitivo leve o en etapas tempranas de la enfermedad».
Más allá de lo que se investiga en la actualidad, la especialista describió que «entre los tratamientos que más se están utilizando están los 'anticolinesterásicos', que son inhibidores de la enzima acetilcolinesterasa, lo que mejora el funcionamiento de las vías colinérgicas (que utilizan acetilcolina como neurotransmisor) y suple la deficiencia de algunas neuronas colinérgicas de la base del cerebro; esto produce cierta mejoría en los síntomas, que suele ser temporal».
«También se utiliza la memantina que actúa sobre los receptores del glutamato, que es el mayor neurotransmisor excitatorio del sistema nervioso, y con esto se logra demorar o mejorar algunos síntomas», agregó.
Aproximadamente, existen 25 millones de personas con esta enfermedad en el mundo, y algunas proyecciones sugieren que para 2025 habrá más de 40 millones de personas que la padecerán
Prevención y diagnóstico
Finalmente, la especialista insistió en la importancia de la prevención y el diagnóstico temprano. «El diagnóstico temprano puede ayudar notablemente a los pacientes y a los familiares a tratar síntomas muy al inicio y retrasar el desarrollo de la enfermedad que va a conllevar muerte de neuronas, la cual es irreversible», dijo.
En este sentido, dijo que «es muy importante estar atentos a los síntomas, especialmente las personas cercanas al potencial paciente, y realizar la correspondiente consulta con especialistas».
Algunos de estos síntomas son olvidar cosas o acontecimientos recientes; perder o extraviar cosas; perderse al caminar o conducir; sentirse desubicado, incluso en lugares familiares; perder la noción del tiempo; tener dificultades para resolver problemas o tomar decisiones, presentar problemas para seguir conversaciones o a la hora de encontrar las palabras, o dificultades para realizar tareas habituales.
«Es muy importante la prevención que incluye todos los factores que ya conocemos: actividad física, buena alimentación y todos los hábitos que protegen nuestra salud», concluyó.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que existen aproximadamente 25 millones de personas con esta enfermedad en el mundo, y algunas proyecciones sugieren que para 2025 habrá más de 40 millones de personas que la padecerán.
Fuente: Télam
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Ciencia
Científicos proponen una nueva teoría: La conciencia podría estar oculta en los campos eléctricos y magnéticos del cerebro
Estas señales invisibles podrían ser la clave de todo y ayudarnos a resolver el misterio de la conciencia, una de las tareas más complejas emprendidas por la humanidad.
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La naturaleza aborrece el vacío y lo mismo puede decirse de los misterios de la ciencia. Cuando nos encontramos con fenómenos que desafían nuestras teorías y leyes actuales, una multitud de hipótesis surge rápidamente para llenar el vacío. Esto es especialmente evidente en la física, donde nuevas observaciones han dado lugar a teorías como la del caos, la teoría de cuerdas y la teoría de la materia oscura fría. Sin embargo, este fenómeno también se observa en el campo de la mente consciente.
En resumen, no entendemos completamente por qué pensamos y, por ende, existimos. Muchas teorías intentan desentrañar el fenómeno biológico de la conciencia.
Algunas comparan el cerebro con un ordenador, donde las neuronas actúan como transistores. Otras sugieren que el cerebro no es algorítmico y que la conciencia podría tener una cualidad cuántica
Una teoría en particular ha ido ganando terreno durante los últimos tiempos. Esta teoría sugiere que la conciencia humana podría explicarse a través de los campos electromagnéticos, conocidos como "campos efápticos", generados por las neuronas durante los disparos sinápticos. Estos campos son los mismos que, por ejemplo, permiten que un electroencefalograma (EEG) registre la actividad cerebral.
En un artículo de opinión publicado en Scientific American, Tamlyn Hunt, investigadora asociada en psicología del laboratorio META de la Universidad de California en Santa Bárbara, explicó: "El término 'efáptico' en acoplamiento efáptico simplemente significa 'tocar'. Aunque no son muy conocidos, los efectos de los campos efápticos son el resultado de interacciones eléctricas y magnéticas básicas que alimentan nuestras células".
«Resultados experimentales intrigantes», continuó, "sugieren que estas fuerzas desempeñan un papel más importante en el cerebro de lo que se sospechaba, y tal vez incluso en la conciencia».
Hunt detalló un estudio de 2019 en el que investigadores de la Universidad Case Western Reserve en Ohio seccionaron completamente el hipocampo de un ratón. A pesar de esta separación, el equipo registró actividad que podía "saltar" a través del corte, un fenómeno posible únicamente debido al acoplamiento del campo eléctrico. Este efecto desapareció cuando las secciones estuvieron separadas por más de 400 micras.
"Fue un momento increíble," declaró Dominique M. Durand, autor principal del estudio. "Para nosotros y para todos los científicos a quienes se lo contamos"
Este efecto eléctrico podría ayudar a explicar otro problema de nuestra comprensión actual de la conciencia, basada en las neuronas: las vías normales de espigas son demasiado lentas para explicar la función cognitiva. Sin embargo, cuando se unen a la velocidad de estos efectos de campo efáptico, esa velocidad aumenta unas 5.000 veces, según otro estudio de 2020.
Aunque esta teoría está ganando terreno, aún queda mucho por descubrir. Los campos efápticos y otras teorías de la conciencia se basan en métodos computacionales, pero pocos abordan el «problema difícil» de la conciencia: cómo los procesos biológicos generan la experiencia subjetiva.
No obstante, si algo nos ha enseñado la historia de la ciencia es que esos vacíos de conocimiento, llenos de hipótesis, eventualmente se transforman en hechos comprobados con pruebas suficientes, datos y verificaciones. Resolver el misterio de la conciencia es una de las tareas más complejas emprendidas por la humanidad, pero a medida que desentrañamos las maquinaciones biológicas del cerebro, los contornos difusos de la conciencia se van aclarando.
Fuente: esquire.com
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