Según datos de la Unesco, Argentina lidera el ranking de bullying en las escuelas. Cuatro de cada diez estudiantes admite haber padecido acoso escolar. El 18 % de ellos reconoce sufrir de manera habitual burlas por alguna característica física, y el 10 % confiesa haber sido tratado de manera cruel.

Por otra parte, el Ministerio de Salud de la Nación concluyó este año que más de la mitad de los argentinos está excedido de peso y cada vez más adolescentes se someten a cirugías para adelgazar, debido al bullying.

En Entre Ríos, alrededor de un 15 % de los alumnos, son agredidos en escuelas. ¿Cuál es el rol de las familias y escuelas para evitar el acoso, cómo se detecta y qué instituciones pueden sumar herramientas y experiencias? El médico Santiago Resset, miembro del Conicet, en diálogo con Entrevistas, dio información respecto del tema.

«Si sufrís, al menos dos o tres veces al mes, algún tipo de agresión, a manos de pares, podemos decir que estás sufriendo bullying», indicó el profesional. Este tipo de situaciones «afectan la autoestima, la salud mental, provocan depresión, el chico no quiere ir a la escuela».

«La mitad de ese 15 % no lo cuenta a nadie o solo a un amigo, que no lo puede ayudar. Incluso entre los adolescentes sucede que creen que contarle a un adulto es `violar la norma de pares`, pero la víctima no está en posición de defenderse, es inhibido, tímido y necesita ver el apoyo», consideró.

Aconsejó, respecto de la forma de saber un padre si su hijo es víctima de bullying, hacer «lo que en psicología se llama monitoreo: si el niño no cuenta, recabar información por otro lado, preguntarle a los compañeros, otros padres, a docentes». Otra forma para conocer la situación, sería «esperarlo en la puerta de la escuela. Muchos chicos esperan para salir, para evitar que lo sigan agrediendo; viendo el comportamiento (si tiene un cambio radical, si por ejemplo antes era alegre y ahora se lo ve triste y se encierra, es señal que algo le está pasando)».

Como indicadores de que algo sucede, indicó: «El chico evita las situaciones de pares, tiene mal rendimiento en la escuela, pierde los útiles, tiene moretones, el uniforme roto».

Respecto del agresor, puso relevancia en que «generalmente viene de un hogar agresor, el chico es dominante e impulsivo. Ve o vive situaciones de violencia en su casa». Para el padre de este chico, el menor, «no tiene un problema, porque la agresión no es un problema para él».

«Sobre todo, ya en la adolescencia, es difícil cambiar el comportamiento del agresor, porque muchas de las cosas que ha conseguido, ha sido agrediendo. Lo ideal es atacar el problema en la niñez», afirmó.