Internacionales
China e India ponen en alerta a toda esa región
Países como Nepal, Bután o Sri Lanka podrían tener que redefinir sus relaciones con los gigantes asiáticos en medio de la creciente tensión que las divide, después de que 20 soldados indios fueran abatidos por tropas chinas en el Himalaya.
La agudización de la disputa fronteriza entre China y la India en el Himalaya ha obligado a sus vecinos del sur de Asia a comunicarse con cautela con los gigantes asiáticos para evitar un conflicto entre las potencias nucleares. Sin embargo, algunos analistas opinan que la escalada puede obligar a los países cercanos a elegir bando, informa South China Morning Post.
Al menos 20 soldados indios murieron el pasado 15 de junio en el disputado valle de Galwan, en el oeste del Himalaya, en un enfrentamiento con militares chinos del que Pekín y Nueva Delhi se culpan mutuamente. Oficialmente, ambas partes han declarado su voluntad de resolver el conflicto mediante los canales diplomáticos.
Los países más pequeños del sur de Asia, como Nepal, Maldivas y Sri Lanka, han tratado de mantenerse neutrales en la refriega entre Pekín y Nueva Delhi, que tiene influencia histórica sobre esta región.
«Muchos países de la región están reevaluando su relación con China«, ha señalado Geeta Kochhar, profesora asistente de la Universidad Jawaharlal Nehru. Según explica, este proceso empezó tras el estallido de la guerra comercial entre China y EE.UU. y continuó durante la pandemia de coronavirus.
«La mayor tensión entre la India y China ha cambiado el equilibrio de la relación, donde cada estado mira a China con una mayor sensación de miedo y de ansiedad».
La especialista ha comentado que los países pequeños, particularmente Nepal y Bután, que comparten fronteras con la India y China, han tenido que mantener un equilibrio durante mucho tiempo entre las grandes potencias. «Pero nada es gratis y se afrontarán desafíos con las decisiones que tomen para el futuro, especialmente cuando la paz entre la India y China está cambiando hacia una mayor confrontación, desde la mera competencia», ha añadido.
Según los analistas, Pekín ha ampliado durante años su presencia en el sur de Asia, incluso a través de inversiones en el marco de su estrategia de infraestructura transcontinental, la Iniciativa de la Franja y la Ruta, y vínculos políticos más estrechos con países como Nepal y Sri Lanka, que buscan salir de la sombra de la influencia india.
Integridad territorial «en peligro» por la elección de bando
Por su parte, Zhang Jiadong, exdiplomático chino en la India y profesor de la Universidad de Fudan en Shanghái, ha destacado que el deterioro de las relaciones chino-indias «no necesariamente» obligará a los países a elegir bandos. «Mientras exista este equilibrio de poder entre China y la India, habrá espacio para estos países del sur de Asia y no se verán obligados a elegir», destaca. «Por supuesto, ningún país espera ser controlado por sus poderosos vecinos, pero no es cierto que estos países dejarían de dar la bienvenida a China si las relaciones chino-indias empeorasen».
Asimismo, Nischal Pandey, director del Centro de Estudios del Sur de Asia en Nepal, sostiene que Katmandú no podría ponerse del lado de Pekín o de Nueva Delhi, ya que ello «pondría en peligro» su integridad territorial.
Asanga Abeyagoonasekera, ex director general del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de Sri Lanka, cree que si la disputa entre China y la India se expandiera a un conflicto comercial, ello tendría un impacto en Sri Lanka. «El conflicto entre China y la India solo minimizará el espacio estratégico para Sri Lanka, que desea continuar una estrecha relación económica con ambos», ha subrayado Abeyagoonasekera.
Países como Sri Lanka y Maldivas serían menos propensos a seguir los llamamientos de la India a boicotear los productos chinos, porque carecen de una motivación para hacerlo y «no están en una posición económica tan fuerte como para imponer medidas económicas punitivas a China», subraya Jeff Smith, investigador especializado en el sur de Asia de la Fundación Heritage con sede en Washington.
Geopolítica
Donald Trump y el amanecer de una nueva era: la segunda presidencia que promete transformar al mundo
Trump asume su segundo mandato con una agenda que busca consolidar su legado y desafiar las bases del progresismo hegemónico. ¿Qué implicancias históricas podría tener este nuevo ciclo?
«Mañana al mediodía, se cierra el telón de cuatro largos años de decadencia estadounidense y comenzamos un nuevo día de fortaleza, prosperidad, dignidad y orgullo estadounidenses". Con estas palabras, pronunciadas el 19 de enero en un mitin en Washington, Donald Trump anunció su regreso triunfal a la Casa Blanca, marcando el inicio de lo que él mismo llama una "nueva era" para Estados Unidos y el mundo.
Este segundo mandato de Trump no solo promete completar lo que quedó pendiente en su primera gestión. También busca consolidar un proyecto soberanista que desafía décadas de hegemonía globalista-progresista.
El retorno del líder del movimiento MAGA a la presidencia el 20 de enero de 2025 llega en un contexto histórico que difiere considerablemente del comienzo de su primer mandato en 2017. En aquel entonces, su ascenso fue visto como un evento disruptivo en medio de una hegemonía globalista bien establecida y con amplios consensos internacionales.
Ahora, sin embargo, se encuentra en un panorama donde el globalismo muestra grietas significativas. Gobiernos afines, como los de Javier Milei en Argentina, Giorgia Meloni en Italia o Viktor Orbán en Hungría, le ofrecen un entorno más favorable para desarrollar su agenda soberanista.
Además, el escenario económico también ha cambiado: la inflación global, las crisis energéticas y el aumento de tensiones geopolíticas han debilitado la confianza en las instituciones tradicionales, abriendo espacio para su narrativa soberanista. Si en aquella ocasión su victoria sorprendió a un sistema que lo consideraba una anomalía, hoy su figura simboliza una corriente global que se está fortaleciendo.
Gobiernos de derecha emergentes, como los mencionados, más otras experiencias políticas que podrían llegar al poder próximamente -como Agrupación Nacional en Francia, Alternativa por Alemania en Alemania y el Partido Conservador en Canadá- representan una red de aliados que podría facilitar la concreción de sus ambiciosas metas.
Por ejemplo, Orbán y Meloni han liderado una agenda anti-globalista en la Unión Europea, impulsando políticas que fortalecen la soberanía nacional, que combaten la migración irregular y que han desafiado a Bruselas. Esto podría alinearse con las prioridades de Trump en acuerdos bilaterales.
Yendo un paso más allá, estas relaciones también podrían materializarse en iniciativas conjuntas para reformar instituciones internacionales sumamente cuestionadas como la ONU -y todos sus organismos asociados como la OMS y la OM-, alineándolas con valores soberanistas. En este sentido, hay que ver cómo avanza la idea de Milei de crear una «Liga de Naciones Conservadoras», que además de los mencionados incluye a Israel.
Desde esta perspectiva, el legado del gobierno de Joe Biden se perfila como una mera transición entre los dos mandatos de Trump. Bajo el prisma del nuevo presidente, los cuatro años de Biden serán recordados por un retroceso en materia económica y social, un descontrol migratorio y una política internacional percibida como débil.
La primera gestión de Trump estuvo marcada por su postura disruptiva, enfrentando tanto a las instituciones multilaterales y siendo constantemente obstaculizado, además, por una oposición interna feroz -inclusive dentro del Partido Republicano- y un sistema mediático que actuó como un brazo del establishment progresista.
Su derrota electoral en 2020, que fue claramente fraudulenta, fue el punto de inflexión que encendió las bases para este retorno. Este hecho también alimentó la narrativa de su movimiento, centrada en la transparencia electoral y en la necesidad de reformar las instituciones corruptas.
En 2025, el escenario político es diferente: además del apoyo global mencionado, en su propio país, Trump ha logrado captar el respaldo de actores antes neutrales o críticos, como Silicon Valley y Wall Street.
Un ejemplo simbólico del cambio de alineaciones es Elon Musk, quien no solo respaldó la campaña de Trump, sino que ahora jugará un papel clave en su gabinete como titular del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DoGE). En este cargo, Musk liderará iniciativas destinadas a optimizar el funcionamiento de las agencias federales, reducir el gasto innecesario y aplicar tecnologías avanzadas como la inteligencia artificial para mejorar la transparencia y la eficacia del gobierno.
Musk, quien fue uno de los pocos oradores del mitin del 19 de enero en el Capital One Arena de Washington D. C., no solo ocupará un rol central en la nueva Casa Blanca. El dueño de la red social X, además, parece dispuesto a llevar su impronta disruptiva a otros lugares del mundo, para apuntalar partidos de nueva derecha, como está ocurriendo con Alemania y Gran Bretaña.
Volviendo al plano doméstico, Trump ha delineado un programa político que promete acciones inmediatas. La magnitud de la crisis fronteriza, que ha registrado más de 2.7 millones de cruces ilegales solo en 2024 según datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), subraya la urgencia de estas medidas. Se esperan órdenes ejecutivas al respecto en cuanto el dirigente republicano llegue al Salón Oval el lunes.
Entre estas iniciativas, se destaca la implementación de un plan de deportaciones masivas -que podría empezar a operar tan rápido como el martes próximo-. Además, ya anunció la reconstrucción del muro fronterizo, con nuevas tecnologías de vigilancia.
En línea con su reforma tributaria de 2017 (que redujo los impuestos corporativos del 35% al 21%), este año, prometió impulsar la reducción de impuestos "más grande de la historia de Estados Unidos".
Asimismo, durante el mitin en el Capital One Arena, reafirmó su intención de indultar a todos los presos políticos vinculados a los hechos del 6 de enero de 2021 el mismo lunes de su asunción. También anunció que durante su segundo mandato desclasificará todos los documentos relacionados con el asesinato de figuras históricas como John F. Kennedy, Robert Kennedy y Martin Luther King Jr.
En línea con su política exterior no intervencionista y pacifista, Trump no escatimó palabras para delinear su enfoque. "Pondré fin a la guerra en Ucrania. Pondré fin al caos en Oriente Medio. Evitaré que se produzca una Tercera Guerra Mundial", declaró ante miles de personas en su último acto antes de asumir oficialmente su segundo mandato.
En América Latina, su relación con Javier Milei promete un enfoque coordinado contra el socialismo regional, con especial énfasis en Venezuela. Actualmente, Estados Unidos mantiene sanciones a más de 100 altos funcionarios del régimen de Nicolás Maduro, y Trump ha indicado su intención de ampliar estas restricciones para aislar económicamente a Caracas.
Hablando de Argentina, el gobierno de Milei será el gran aliado de la nueva Casa Blanca en Latinoamérica. Por un lado para concretar una mayor colaboración en la lucha contra el narcotráfico y las organizaciones criminales transnacionales cuya base es el narcoestado de Venezuela. En el ámbito económico, se promoverán acuerdos que favorezcan la inversión y la cooperación entre ambos países, especialmente en sectores como la energía y la tecnología (inclusive avanza el proyecto de un acuerdo de libre comercio entre ambas naciones). Socialmente, esta alianza buscará inspirar un cambio en el discurso público, con un fuerte énfasis en valores tradicionales y la defensa de las libertades individuales, marcando un contraste con los gobiernos progresistas de la región.
En efecto, el regreso de Trump representa un choque frontal con el progresismo que marcó las últimas décadas. Al reivindicar valores tradicionales y una agenda que desafía la ideología de género, el aborto y el estatismo, este segundo mandato se presenta como una reivindicación del "sentido común" que ha sido desplazado por las imposiciones del globalismo.
Ejemplos concretos de esta agenda incluyen la prohibición de la financiación federal para programas que promuevan la ideología de género en escuelas públicas, el fin de la "locura trans", la promoción de los valores patrios y el impulso de políticas fiscales que reduzcan el rol del Estado en la economía. Además, la administración ha anunciado planes para fomentar el apoyo a las comunidades religiosas mediante desgravaciones fiscales, en un esfuerzo por revalorizar la fe como pilar de la sociedad.
Por supuesto, se descarta que la resistencia de los sectores progresistas será feroz. ¿Será Trump capaz de ganar esta batalla y consolidar su legado como el líder que reconfiguró el mundo? En los próximos años, los ojos estarán puestos en este hombre que, utilizando sus propias palabras, ha prometido traer un "nuevo día de fortaleza, prosperidad, dignidad y orgullo". Por el bien de su país y del resto de las naciones, esperemos que cumpla.
Fuente: Mdzol
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