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Agro

Con el maíz blanco recuperaron una tradición y hoy su producto llega a los platos gourmet

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COLONIA CAROYA, Córdoba.- En 1908 don José D'Olivo fundó el almacén de ramos generales «Puesto Viejo». Hoy conserva los mismos muebles, la pintura de las paredes y -sobre todo- la polenta blanca. En Colonia Caroya, 45 kilómetros al norte de la capital provincial, es el único lugar del país que se siembra maíz blanco para polenta.

En el noroeste argentino se cultiva maíz blanco pero no para molienda; se lo usa con el grano entero. En esta región cordobesa la tradición la trajeron los italianos del norte que prefieren esa variedad para polenta. El resultado es un polvo más fino y de sabor más neutro que el amarillo.

Ricardo y Agustín, son nieto y bisnieto de don José. Cuentan que a inicios del siglo pasado los colonos cultivaban maíz blanco es sus lotes, en general en un contexto de producción diversificada (papa, batata, frutales y vides) para consumo familiar. Lo llevaban a moler Jesús María, ciudad pegada a Colonia Caroya.

La tradición -siempre para el mercado acotado de la Colonia- se cortó en 1983, cuando el molino cerró. «Como la costumbre permanecía, la gente venía al almacén y nos preguntaba dónde conseguir la polenta blanca, lo que me impulsó a recuperar el molino y empezar a hacerla», agrega Ricardo.

Entre 2000 y 2005 no había prácticamente maíz blanco en la zona, por lo que empezaron a traerlo desde Salta; finalmente los D'Olivo decidieron asumir todo el proceso.

Hoy producen unas cinco hectáreas de maíz blanco que se transforman en 5000 kilos anuales de polenta. Agustín explica que es un cultivo agroecológico, «con la menor cantidad de productos químicos posible; mantenemos el proceso lo más artesanal posible».

En 2012 el cocinero y crítico gastronómico Pietro Sorba «descubrió» el lugar mientras hacía su relevamiento para el libro «Sabores de Córdoba». A partir de ahí otros chefs se fueron sumando a la tendencia y la polenta blanca de «Puesto Viejo» es parte de platos de Dolly de Irigoyen, Narda Lepes y Germán Maritegui.

«Nos insistieron y empezamos a participar en la feria Masticar», dice Agustín y agrega: «Antes cuando hablaba de la polenta me decían 'el gringo'. Ahora la buscan en Puerto Madero. Quisimos recuperar la historia y el lugar; todo es artesanal desde el envasado al pegado de las etiquetas».

La decisión de la familia es no aumentar la producción para poder mantener el esquema artesanal de producción (incluso avanzando hacia lo orgánico) y de comercialización. «El consumo es limitado aunque la demanda se fue extendiendo por la publicidad de los chefs, pero la idea siempre fue conservar la tradición y rescatar a nuestro paraje, Puesto Viejo».

Fuente: La Nación

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Agro

Informan que el campo entrerriano deberá producir más del promedio para cubrir costos

Los rendimientos históricos promedio de los principales cultivos implantados en Entre Ríos durante la campaña agrícola 2024/25 no alcanzarían para lograr un rendimiento de indiferencia (cantidad de producción necesaria para cubrir los gastos) que cubra los costos de arrendamiento, situación en la que se encontrará cerca del 70% de los productores, detalló la Bolsa de Cereales provincial.

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El análisis surge de un estudio que realizó la entidad bursátil junto a la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER), sobre la composición de las erogaciones necesarias para la producción, así como su relación con los ingresos y los rendimientos de indiferencia en cada caso. Para ello tuvieron en cuenta la estructura de costos de cada cultivo, los rindes históricos y los precios pizarra del 26 de diciembre pasado.

Producir más del promedio

El principal costo para el productor son los insumos (semillas, agroquímicos, fertilizantes) que se lleva entre el 37% y el 46% del dinero necesario para producir, seguido por el arrendamiento (entre un 16 y 28 por ciento), condición en la que se encuentra cerca del 70% de la producción entrerriana y que varía dependiendo la estrategia de rotación empleada en la producción; y los gastos de comercialización (del 15% al 20%), entre otros costos.

Los rendimientos históricos varían según el grano: 2.380 kilogramos por hectárea es el de la soja de primera, 1.980 el de soja de segunda, el promedio del trigo se ubica en 2.840 kilos, y el del maíz en 5.930 kilogramos por hectárea. Para esta temporada, únicamente el maíz lograría una rentabilidad positiva del 8%, mientras que el resto tendrá que superar los rendimientos promedios registrados para cubrir los costos.

Los productores que implantaron soja de primera deberán generar una producción del 117% comparando a los registros históricos, o del 109% si optaron por sembrar soja de segunda o trigo. En tanto, quienes hayan sembrado soja de segunda + trigo tendrán que lograr un rendimiento un 18% superior al promedio, y si el doble cultivo fue maíz y trigo, un 3% mayor bastará para cubrir los costos.

En el caso del trigo, el rendimiento histórico sólo lograría solventar el 88% de los costos para la producción en campo propio y el 76% si incluimos el pago de arrendamiento. Incluso enfrentan dos problemas acuciantes: los registros para esta temporada auguran un rendimiento un 13% por debajo de las perspectivas históricas, y los precios internacionales continúan con una tendencia a la baja.

Los rendimientos necesarios

Si el productor cuenta con campo propio, deberá producir 1.920 kilogramos por hectárea de soja de primera para cubrir los costos, 1.630 de soja de segunda, 3.100 de trigo o 4.080 kilos por hectárea de maíz para superar los gastos realizados.

En tanto, si debe alquilar el campo, los rendimientos necesarios para lograr una diferencia positiva aumentan considerablemente: llegan a los 2.880 kilos por hectárea para la soja de primera, suben a 2.210 kilogramos si fue soja de segunda lo que se sembró, incrementa a 3.660 para los casos en los que se produce trigo, y a 5.340 kilogramos por hectárea para los campos implantados con maíz.

Fuente: Bolsa de Cereales – UNO Entre Ríos

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