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Geopolítica

La mirada de Marcelo Gullo sobre la crisis política de Brasil

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Marcelo Gullo analiza el impacto de la crisis brasileña y sus múltiples causas.

¿Qué importancia tiene para nuestro país lo que está sucediendo políticamente en Brasil?

Para nosotros es fundamental, porque cualquier cosa que pase en Brasil repercute inmediatamente en la Argentina. Eso es inevitable. Para explicar esto, tenemos que recurrir a la historia reciente, y empezar hablando de la destitución de la presidenta Vilma Rouseff, y de los escándalos de corrupción que afectaron primero al PT, el Partido de los Trabajadores, cuyo líder era Lula Da Silva. Escándalos de corrupción que afectan ahora también a Temer y a su partido.

¿La corrupción en Brasil es la única causante de su crisis institucional?

La explicación sencilla, la que la gente escucha, es la corrupción y la clase dirigente corrupta; periodistas investigando y jueces probos que están instaurando por fin la moralidad en Brasil. La verdad va por otros carriles, menos idealistas que esa interpretación simplista de la historia.

En realidad, a lo que primero asistimos fue a un golpe de Estado, contra un proceso de construcción de poder nacional que llevaba a cabo Brasil, y de construcción de una burguesía nacional sumamente importante.

Sobre hechos reales de corrupción, realmente ocurridos, intervienen los servicios de inteligencia de las principales potencias del mundo.

¿Con qué objetivo?

Para desestabilizar a Brasil y desestabilizar el Partido de los Trabajadores, y al proceso de construcción del poder nacional y de construcción de la burguesía nacional brasileña. Ése es el origen de este «Lava Jato», que no es otra cosa que un invento ya realizado con anterioridad por la principal potencia en Italia, en donde intervienen los medios de comunicación y el poder judicial.

¿Por qué ahora le toca a Michel Temer?

El principio de la política es la acción y la reacción. Si lo que yo digo es cierto, si se originaba el «Lava Jato» en una acción extranjera sobre Brasil, iba a tener inevitablemente una reacción nacionalista. Es decir, iba a haber sectores, fundamentalmente del ejército brasileño, y de otros sectores de las Fuerzas Armadas nacionales más ligadas a lo popular que iban a reaccionar, porque hay corrupción en todo.

¿Hay más actores involucrados?

Los actores que se mueven en esta trama son múltiples, como así también lo son sus objetivos. Por ejemplo «O Globo» es un actor fundamental, con intereses propios, cuyos intereses pueden estar o no estar ligados a los intereses de Brasil. Un día pueden jugar por la destitución de la gente ligada a ese proceso de PT a su beneficio, sirviendo a intereses extranjeros, y otro día jugar a favor de la reacción nacionalista, también siguiendo sus intereses. Es decir, asistimos a un golpe y a un contragolpe: hubo un golpe de Estado conducido por fuerzas exteriores al Brasil contra el proceso de construcción del poder nacional y de una burguesía nacional, y ahora hay un contragolpe por fuerzas nacionales contra ese golpe destructivo de lo nacional brasileño.

En este escenario incierto, ante una potencial salida de Temer -por renuncia o Empeachement-, se escuchan nombres como el del diputado Bolsonaro, que tuvo un fuerte discurso en el parlamento. De votar el Congreso, ¿sería el hombre señalado para conducir el país en los próximos años?

Cualquier cosa puede pasar en Brasil. No quiero arriesgarme a dar un pronóstico a corto plazo, porque el Estado es hoy un país descabezado políticamente, ya que toda su elite de conducción está implicada en los casos reales de corrupción, pero que se usan políticamente. Todos sus líderes de conducción están implicados, salpicados y comprometidos terriblemente. Todos los partidos políticos, sin excepción alguna. Pero por otra parte está comprometida toda su burguesía nacional. Brasil es un país acéfalo en este momento. Una situación realmente inédita. Yo pongo interrogantes, ¿qué pasa si, por ejemplo, el juez Moro decide ponerlo preso a Lula? Sería entonces una situación caótica, en donde no habría ya ninguna figura política capaz de conducir a Brasil.

Hay que hacer un relato menos idílico, menos romántico, menos lineal. O Globo fue socio de Lula, con todo el respeto que nos puede merecer Lula. La realidad objetiva es que durante un primer período la cadena O Globo fue socia de Lula. Cuando Lula se aprestaba a acceder al poder, había un sector del PT muy importante que quería realizar una ley de medios. Y Lula le contestó en esa reunión a esos dirigentes que para qué, si O Globo era su amigo. Fue una luna de miel que duró mucho tiempo.

¿Se han perdido los ideales políticos?

En la mayoría de los casos, la realidad demuestra que la clase política está aliada a uno u otro sin ideales -aunque debería haberlos-, dependiendo de los intereses concretos en un momento determinado de la historia.

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Geopolítica

Donald Trump y el amanecer de una nueva era: la segunda presidencia que promete transformar al mundo

Trump asume su segundo mandato con una agenda que busca consolidar su legado y desafiar las bases del progresismo hegemónico. ¿Qué implicancias históricas podría tener este nuevo ciclo?

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«Mañana al mediodía, se cierra el telón de cuatro largos años de decadencia estadounidense y comenzamos un nuevo día de fortaleza, prosperidad, dignidad y orgullo estadounidenses". Con estas palabras, pronunciadas el 19 de enero en un mitin en Washington, Donald Trump anunció su regreso triunfal a la Casa Blanca, marcando el inicio de lo que él mismo llama una "nueva era" para Estados Unidos y el mundo.

Este segundo mandato de Trump no solo promete completar lo que quedó pendiente en su primera gestión. También busca consolidar un proyecto soberanista que desafía décadas de hegemonía globalista-progresista.

El retorno del líder del movimiento MAGA a la presidencia el 20 de enero de 2025 llega en un contexto histórico que difiere considerablemente del comienzo de su primer mandato en 2017. En aquel entonces, su ascenso fue visto como un evento disruptivo en medio de una hegemonía globalista bien establecida y con amplios consensos internacionales.

Ahora, sin embargo, se encuentra en un panorama donde el globalismo muestra grietas significativas. Gobiernos afines, como los de Javier Milei en Argentina, Giorgia Meloni en Italia o Viktor Orbán en Hungría, le ofrecen un entorno más favorable para desarrollar su agenda soberanista.

Además, el escenario económico también ha cambiado: la inflación global, las crisis energéticas y el aumento de tensiones geopolíticas han debilitado la confianza en las instituciones tradicionales, abriendo espacio para su narrativa soberanista. Si en aquella ocasión su victoria sorprendió a un sistema que lo consideraba una anomalía, hoy su figura simboliza una corriente global que se está fortaleciendo.

Gobiernos de derecha emergentes, como los mencionados, más otras experiencias políticas que podrían llegar al poder próximamente -como Agrupación Nacional en Francia, Alternativa por Alemania en Alemania y el Partido Conservador en Canadá- representan una red de aliados que podría facilitar la concreción de sus ambiciosas metas.

Por ejemplo, Orbán y Meloni han liderado una agenda anti-globalista en la Unión Europea, impulsando políticas que fortalecen la soberanía nacional, que combaten la migración irregular y que han desafiado a Bruselas. Esto podría alinearse con las prioridades de Trump en acuerdos bilaterales.

Yendo un paso más allá, estas relaciones también podrían materializarse en iniciativas conjuntas para reformar instituciones internacionales sumamente cuestionadas como la ONU -y todos sus organismos asociados como la OMS y la OM-, alineándolas con valores soberanistas. En este sentido, hay que ver cómo avanza la idea de Milei de crear una «Liga de Naciones Conservadoras», que además de los mencionados incluye a Israel.

Desde esta perspectiva, el legado del gobierno de Joe Biden se perfila como una mera transición entre los dos mandatos de Trump. Bajo el prisma del nuevo presidente, los cuatro años de Biden serán recordados por un retroceso en materia económica y social, un descontrol migratorio y una política internacional percibida como débil.

La primera gestión de Trump estuvo marcada por su postura disruptiva, enfrentando tanto a las instituciones multilaterales y siendo constantemente obstaculizado, además, por una oposición interna feroz -inclusive dentro del Partido Republicano- y un sistema mediático que actuó como un brazo del establishment progresista.

Su derrota electoral en 2020, que fue claramente fraudulenta, fue el punto de inflexión que encendió las bases para este retorno. Este hecho también alimentó la narrativa de su movimiento, centrada en la transparencia electoral y en la necesidad de reformar las instituciones corruptas.

En 2025, el escenario político es diferente: además del apoyo global mencionado, en su propio país, Trump ha logrado captar el respaldo de actores antes neutrales o críticos, como Silicon Valley y Wall Street.

Un ejemplo simbólico del cambio de alineaciones es Elon Musk, quien no solo respaldó la campaña de Trump, sino que ahora jugará un papel clave en su gabinete como titular del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DoGE). En este cargo, Musk liderará iniciativas destinadas a optimizar el funcionamiento de las agencias federales, reducir el gasto innecesario y aplicar tecnologías avanzadas como la inteligencia artificial para mejorar la transparencia y la eficacia del gobierno.

Musk, quien fue uno de los pocos oradores del mitin del 19 de enero en el Capital One Arena de Washington D. C., no solo ocupará un rol central en la nueva Casa Blanca. El dueño de la red social X, además, parece dispuesto a llevar su impronta disruptiva a otros lugares del mundo, para apuntalar partidos de nueva derecha, como está ocurriendo con Alemania y Gran Bretaña.

Volviendo al plano doméstico, Trump ha delineado un programa político que promete acciones inmediatas. La magnitud de la crisis fronteriza, que ha registrado más de 2.7 millones de cruces ilegales solo en 2024 según datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), subraya la urgencia de estas medidas. Se esperan órdenes ejecutivas al respecto en cuanto el dirigente republicano llegue al Salón Oval el lunes.

Entre estas iniciativas, se destaca la implementación de un plan de deportaciones masivas -que podría empezar a operar tan rápido como el martes próximo-. Además, ya anunció la reconstrucción del muro fronterizo, con nuevas tecnologías de vigilancia.

En línea con su reforma tributaria de 2017 (que redujo los impuestos corporativos del 35% al 21%), este año, prometió impulsar la reducción de impuestos "más grande de la historia de Estados Unidos".

Asimismo, durante el mitin en el Capital One Arena, reafirmó su intención de indultar a todos los presos políticos vinculados a los hechos del 6 de enero de 2021 el mismo lunes de su asunción. También anunció que durante su segundo mandato desclasificará todos los documentos relacionados con el asesinato de figuras históricas como John F. Kennedy, Robert Kennedy y Martin Luther King Jr.

En línea con su política exterior no intervencionista y pacifista, Trump no escatimó palabras para delinear su enfoque. "Pondré fin a la guerra en Ucrania. Pondré fin al caos en Oriente Medio. Evitaré que se produzca una Tercera Guerra Mundial", declaró ante miles de personas en su último acto antes de asumir oficialmente su segundo mandato.

En América Latina, su relación con Javier Milei promete un enfoque coordinado contra el socialismo regional, con especial énfasis en Venezuela. Actualmente, Estados Unidos mantiene sanciones a más de 100 altos funcionarios del régimen de Nicolás Maduro, y Trump ha indicado su intención de ampliar estas restricciones para aislar económicamente a Caracas.

Hablando de Argentina, el gobierno de Milei será el gran aliado de la nueva Casa Blanca en Latinoamérica. Por un lado para concretar una mayor colaboración en la lucha contra el narcotráfico y las organizaciones criminales transnacionales cuya base es el narcoestado de Venezuela. En el ámbito económico, se promoverán acuerdos que favorezcan la inversión y la cooperación entre ambos países, especialmente en sectores como la energía y la tecnología (inclusive avanza el proyecto de un acuerdo de libre comercio entre ambas naciones). Socialmente, esta alianza buscará inspirar un cambio en el discurso público, con un fuerte énfasis en valores tradicionales y la defensa de las libertades individuales, marcando un contraste con los gobiernos progresistas de la región.

En efecto, el regreso de Trump representa un choque frontal con el progresismo que marcó las últimas décadas. Al reivindicar valores tradicionales y una agenda que desafía la ideología de género, el aborto y el estatismo, este segundo mandato se presenta como una reivindicación del "sentido común" que ha sido desplazado por las imposiciones del globalismo.

Ejemplos concretos de esta agenda incluyen la prohibición de la financiación federal para programas que promuevan la ideología de género en escuelas públicas, el fin de la "locura trans", la promoción de los valores patrios y el impulso de políticas fiscales que reduzcan el rol del Estado en la economía. Además, la administración ha anunciado planes para fomentar el apoyo a las comunidades religiosas mediante desgravaciones fiscales, en un esfuerzo por revalorizar la fe como pilar de la sociedad.

Por supuesto, se descarta que la resistencia de los sectores progresistas será feroz. ¿Será Trump capaz de ganar esta batalla y consolidar su legado como el líder que reconfiguró el mundo? En los próximos años, los ojos estarán puestos en este hombre que, utilizando sus propias palabras, ha prometido traer un "nuevo día de fortaleza, prosperidad, dignidad y orgullo". Por el bien de su país y del resto de las naciones, esperemos que cumpla.

Fuente: Mdzol

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